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J A M E S . G R I F F I N
T A K A S H I . S H I R O G A N E

Ya tenía sus ocho meses y medio de embarazo encima.
Tenía su fecha de parto a un par de días.

Pasa la gran coincidencia de que los sucesos repentinos vienen acompañados por sensaciones bochornosas, era una indomable lección de vida. Keith aún no daba su ubicación a sus padres pero trataba de ser lo más abierto posible con ellos, ¿cómo mantenían esa cercanía estando tan a distancia? Chats, videollamadas y muchísimas llamadas.

—Keith, ¿está James ahí contigo? —cuestionó su madre durante su videollamada, ella cortaba verduras, aparentemente para la cena.

—¿Uh? No, salió hace un rato, ¿por qué? —fue un repentino cambio de tema, acababa de enseñarle las fotos de ecografías que a duras penas aceptó y apenas le había mencionado el nombre que acababa de escoger para su bebé.

James no estaba por una simple razón, había estado saliendo para buscar un trabajo cercano. El motivo de su búsqueda era porque no le gustaba sentirse como un mantenido por sus padres, aunque los susodichos no tenían ningún problema con continuar pagando los grandes gastos. James tenía bastante dificultad por el simple hecho de ser omega. Sólo por eso le limitaban puestos competentes que podía alcanzar. Se le negaba la virtud de un buen trabajo. Por eso aveces el castaño llegaba pateando cosas y resentido con el mundo.

“Odio esto, odio esto, odio ser un maldito omega” eran las cosas que solía murmurar para él mismo en sus arranques de desesperación.

También había estado haciendo un montón de llamadas con sus padres (lo que no era muy habitual), y cada que las hacía salía de casa por la puerta trasera por donde se podía percibir más cercano el mar.

James estaba cambiando un poco…
Sentía que le escondía algo.

—Bueno, era mejor preguntarlo si estaban juntos pero… —dejó de lado su labor y se plantó frente a la cámara—. Hijo, ¿piensan tener a ese bebé fuera de matrimonio?

Y todo el razonamiento de Keith se fue a la basura. Repentinamente sus manos y pies se sintieron tan helados.

—¿A-ah? ¿Qué pregunta es esa? —y trató de reír, pero la seriedad de su madre le obligó a buscar otra respuesta— Bu-bueno… no lo sé, en realidad nunca lo pensamos.

Casarse con James.

Sonaba muy loco en su cabeza. Pero la realidad es que era la menor de las locuras que podría hacer, ya que mentir sobre quién es el padre es de hecho la más grande.

Casarse con James, ¿era una opción?

El rostro de su madre en la computadora no decía mucho. Además que no podía verla bien porque de hecho, se movía bastante para cuidar la comida que tenía en la estufa. Ambos guardaron silencio sin querer.

—Oh, Keith, ¿cuándo piensas visitarnos? —rompió el silencio con una pregunta bastante habitual—. Tu padre se siente muy ansioso de solo no verte, ¿vendrías a… cenar algún día?

“No” iba a decir.

Por supuesto que todas sus respuestas siempre se han basado en un “No, madre, lo siento…” pero aún así ella seguía y seguía preguntando. Era persistente aunque la probabilidad de obtener un “Si” era de uno en un millón.

Tal vez era conveniente darle ese uno de vez en cuando.

—Si —y ella voltea, como no creyendo lo que escuchó—. A-ah, ¿está bien si vamos… el viernes a cenar?

—¡S-Si, está bien es perfecto! —su emoción cambió de un momento a otro. Ahora de verdad se le desbordaba la felicidad y Keith no pudo evitar sonreír.

D I S T E L B L U M E   •...sheith/jaith...•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora