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L A. V E R D A D. D U E L E.

    Keith había tenido el suficiente tiempo como para estudiar las dificultades de tener gemelos. Creía que las dificultades empezarían una vez que nacieran, pero jamás se le metió en la cabeza todos los dolores de espalda que éstos traerían consigo aún sin nacer. Todas las veces que no se podría agachar para nada, o el necesario reposo, o que sus pasos se volverían más lentos y, por ende, caminaría menos, tampoco pensó en el hambre masiva que tendría la mayor parte del tiempo. No le entró por la cabeza que su vientre sería más grande que cuando tuvo a Eirin. Y todas esas dificultades cierta noche ahorillaron a un frustrado Keith a gritarle a un descolocado James que todas las próximas veces lo harían con protección.

    Claro que su comentario le dio tanta gracia al castaño, ver al azabache sufriendo de esas maneras aveces era un poco divertido por sus reacciones descontroladas.

    Oh, y por supuesto, Keith entraba en modo flojo y decidía no seguir a James por las mañanas. Siempre se prometía que le cuestionaría a dónde iba pero la realidad era que no podía... O sea, no quería presionarlo a que le contará algo que estaba ocultando. Quería que lo dijera por su propia cuenta. Que lo dijera voluntariamente...

    Pero James no parecía tener intenciones de hablarlo.

    Decidió entonces darse a su lugar.

    Luego de que James se fuera se decidió a esperarlo tras la puerta aún y con todos esos dolores matutinos con los que amaneció. Cuando entró, lo tomó del brazo y lo arrastró hasta el sillón donde lo obligó a sentarse y mirarlo fijamente.

    —Diablos, Keith, me diste un susto —murmuró, tratando de disipar la evidente amargura del chico azabache—, ¿qué sucede?

    —Creo que yo debería preguntarte eso a ti —y James tragó en seco, Keith se sentó a un lado suyo—, ¿por qué haz estado saliendo todas las mañanas?

    —Salgo a... Caminar...? —cuestionó, como si fuera obvio.

    Keith lo fulminó.

    —Una vez te seguí, haces llamadas, ¿a quién?

    —¿Me estás acosando?

    —¡No, sólo me preocupa que me ocultes cosas!

    —Keith...

    —Ya no me des escusas.

    —Bueno, ya que estamos en aclaraciones, ¿por qué has estado hablando con tu hermano no hermano todo este tiempo?

    James no lo dijo con malicia, sólo lo comentó. Pero Keith se puso en blanco. Bueno, no es como si lo hubiera ocultado pero es verdad que tampoco se lo había comentado a James.

    —Él sabe que Eirin es su hijo...

    —Espera... ¿Qué?

    —Sí, en serio, lo supo desde siempre —James se ha quedado con la boca abierta—. Él fue el que le contó a mamá. Si te preguntas qué tanto hablamos, pues supuse que él tenía el derecho de saber sobre Eirin... Así que le mando fotos y le cuento sus logros.

    James se quedó en blanco.

    Sentía la necesidad de quejarse... Sentía la ardiente necesidad de negar ese procedimiento. Pero entonces reaccionó, tal y como una cubeta de agua helada en la cabeza en medio de los peores inviernos. Después de todo James no tenía poder real sobre Eirin... No tenían ningún lazo sanguíneo que pudiese controlar.

    Después de todo, Eirin no era su hijo.

    —Ah... —murmuró, sin saber qué más decir.

D I S T E L B L U M E   •...sheith/jaith...•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora