Hay muchas cosas en las que he pensado desde el día en el supermercado. En realidad, desde el día en que huímos de la escuela. Para empezar estaba ese gran cambio en su actitud, hablándome despacio y con una sonrisa genuina que me empezaba a parecer muy tranquilizadora. Incluso en aquellas noches de insomnio, en aquellas que reproducían pesadillas extrañas en mi cabeza. Había mucho en Seulgi que no pensé que me haría falta, que imagino no pudiese haber conocido sin todo este desastre. En ocasiones encontramos periódicos con encabezados atemorizantes, pero ninguna de las dos se atrevió a recibir una dosis de realidad. Así que en esos momentos reinaba un silencio lleno de incomodidad, de tristeza quizás. Nada de lo que esperábamos podría ser peor a lo que probablemente sucedió con nuestro planeta. Poco a poco yo sentí el terrible peso de histeria en mi cuerpo, estaba asustada e incluso me sentía culpable de estar viva.
En varias ocasiones nos quedamos sin nada qué hacer, así que sin los libros enormes en la escuela, ni el hermoso árbol que nos cubría con su frondosidad nos hacía volvernos más lejanas. Ella no estaba de acuerdo con eso, su energía parecía necesitar de ello, si no podría estar muy feliz entonces estaría muy deprimida como aquél entonces. Un medio día me tomó de la mano y corrimos cuadras enteras, yo sin una idea absoluta de dónde íbamos, pero ella con la seguridad plasmada en sus pasos. Nos probamos tanta ropa cómo pudimos, se escuchaba solamente el ruido de nuestros movimientos, los pájaros cantaban afuera, sin ningún auto ensordeciendo su hermoso canto. Olía a humedad, a tierra cubriendo el piso de mármol y sonaban los chillidos de ratas. Yo me quedé sentada en uno de los asientos de la tienda, disfrutaba el espectáculo que me ofrecía, uno que rayaba en lo absurdo. Pero no importaba, nos divertíamos cómo si fuera algo realmente gracioso. Ella siempre lograba combinaciones desaliñadas, con jeans debajo de una falda de terciopelo fiusha y una blusa de tirantes sobre una playera formal. Me parecía fascinante el almacén enorme de ocurrencias en su cabeza, me hacía reír incluso cuando no creía quererlo.
—¿Sabes algo? Probablemente no recuerdo muchas cosas al igual que tú. Pero si me acuerdo de algo que en ese entonces provocaba mucha presión en mí. Me acuerdo qué, a veces me ponía muy nerviosa antes de llegar al instituto. Tenía que alistar mi ropa con una semana de anterioridad y tal vez me arreglaba más veces de las que parpadeaba -sonreí curiosa-. Ahora no lo tengo que hacer más.
—Pareces feliz con ello.
—Las críticas nunca fueron algo agradable para mí. Es decir, las críticas ofensivas... Esas que no tienen sentido ni siquiera deberían ser pensadas.
—Todos necesitan tener su propia opinión, no puedes omitir cada una que no te agrade.
—Ya no hay todos -dijo con una mezcla extraña entre melancolía y rencor-. Es decir, lo hubieron, pero, ¿cuál es el sentido de provocar dolor a los demás?
—Sí, entiendo, pero necesitamos del dolor.
—¿Es acaso que la vida no nos quiere? ¿Por qué no nos acepta?
—Tal vez no es eso. Tal vez nosotros no queremos a la vida en ocasiones, no la aceptamos, y entonces nos herimos. No son las críticas ni comentarios. Somos nosotros.
—Entonces está bien que no haya gente. Al final de cuentas son ellos quiénes desencadenaban todo.
Me quedé pensando un momento. Ella parecía recordar más de lo que decía, sus ojos se llenaban de un enojo efervescente, sentía las burbujas en el ambiente. Se quitó la ropa que lleva sobrepuesta, la miraba con atención porque era así cómo sentía que debía hacerlo. Se acostó en el piso sin importar la cantidad de polvo en él, ahora no importaba nada de eso ¿o sí?
—Hagamos lo que queramos -dijo pensativa-.
—¿A qué te refieres?
—A qué hagamos lo que queramos.
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Empty World. (SeulDy)
Fiksi PenggemarAl final de los tiempos nadie sabe lo que pasará. Sin embargo, cuando Wendy despierta en un mundo vacío, sin personas en las calles o en los supermercados, se da cuenta de que está después del final. Vivir sola le parecerá todo un reto, hasta que se...