Capítulo 3: Futuro incierto

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"SOLO HAY UNA SOLUCIÓN
HUIR ANTES DE LA EJECUCIÓN
POR LA NOCHE QUERÉIS ESCAPAR
PERO SOLO UNA LO CONSEGUIRÁ"

Leía la frase una y otra vez. Alguien sabía que íbamos a escapar, y nos lo estaba diciendo. ¿Sería un alto mando?, ¿o puede que alguno de los que se encuentran aquí encerrados? Lo que estaba claro es que era una amenaza, hacia ambas, y eso no me hacía gracia, sabía que no debíamos habernos arriesgado tanto, como Derane siempre dice, aquí las paredes oyen.

Miro a un lado y a otro. Todos hacen vida normal, se entretienen en las artes, o se abstraen en su mundo ideal, soñando con esas familias ya casi olvidadas, en lo que es un abrazo, o recordando que se siente cuando tu madre te da un beso. Así hemos sido todos, aunque no quieran admitirlo, somos niños encerrados en este lugar, alejados de nuestros padres, lo único que deseamos es un poco de amor fraternal, aunque la mayoría lo oculta tras una máscara de superioridad y altanería.

La nota podría pertenecer a cualquiera de ellos, cegados por la envidia, intentando impedir que otros ojos, diferentes a los suyos, vuelvan a ver la luz del sol. Aunque lo dudo, como decía, solo somos niños. Pero prefiero pensar que es uno de ellos, a pensar que los superiores han descubierto nuestro plan. Ellos serían capaz de cualquier cosa, por eso temo lo que pueda ocurrir mañana por la noche, ¿y si lo aplazamos?, no entonces ya sería demasiado tarde para mi hermana, ¿pero vale la pena el riesgo?

Millones de dudas nublan mi mente, y busco con la mirada a Derane,  con la intención de que me dé alguna solución,  pero al encontrarla, sus ojos no muestran aquello que ansío, sino más bien preocupación y desasosiego.

En el fondo ambas somos iguales, no solo por nuestra apariencia, sino por nuestra forma de pensar. Es cierto que de carácter somos bien diferentes, pero a la hora de analizar las situaciones, nuestros cerebros siguen casi el mismo patrón, es como si estuviésemos conectadas.

Sigo mirándola, hasta que se me cierran los ojos. No había estado parpadeando, pero ni siquiera me había dado cuenta. Suena una alarma de nuevo. Hora de la cena. No sabía que había pasado tanto tiempo, para mí, solo hacia un par de horas que había despertado, y sin embargo, ya casi había terminado mi día. Cuanto más cerca estas del peligro, más rápido pasa el tiempo.

Cojo mi bandeja ya preparada. Por suerte no hay comida muy sustanciosa, no tengo hambre, así que me alegro de que escaseen los alimentos esta noche. Mientras aquí nos abastecen y nos dan comida en abundancia, en el exterior la gente muere, no solo por la enfermedad, sino también de hambre y sed. De normal no puedo mirar mi plato sin pensar a cuanta gente seria capaz de alimentar un solo bocado de lo que yo como.

Acabo mi plato, puré de patatas y verdura a la plancha, y me alejo del resto del grupo. Solo me queda una hora hasta que suene la alarma y se apaguen las luces, y quiero aprovechar para seguir leyendo mi querido libro, con la esperanza de que me aporte alguna idea brillante.

Pero nada surge se entre las maravillosas páginas del manuscrito. La alarma suena y todo se vuelve oscuridad, salvo por el pequeño botón rojo que indica que las cámaras están en funcionamiento. Las oigo, como todas las noches. Su zumbido no es molesto, pero cuando deja de oírse, es la mejor sensación que puede recorrer tu cuerpo.

-Buenas noches pequeñas damiselas, les rogaría que despertaran de sus dulces sueños, si es que alguna vez tuvieron alguno aquí encerradas, y me presten atención sobre la nueva información acerca de nuestro plan- oigo decir a Cotade a pocos centímetros de nuestra litera.

-Mis sueños son dulces, tu sueles aparecer, ¿así que porque no tendrían que serlos?- dice mi hermana asomándose desde su litera de arriba y arrebatándole un beso a Cotade que hace que se le enciendan las mejillas.

FleackersDonde viven las historias. Descúbrelo ahora