Bajo las garras de aquella enorme araña me encontraba yo, atado a telarañas color añil que serpenteaban y ataban mis brazos y piernas. La sedosa tela cubría mi boca y me impedía gritar. Forcejé en vano, traté de asimilar que las cosas ya no daban a más hasta que una luz se hizo presente; la luz que sueño dos que tres por semana. La ansiedad ya me ha derrotado como tantas veces, y cuando antes atacaba de noche ahora lo hace de día y me asesina lentamente. La enorme araña color carmín me mira con sus ojos y mueve sus tenazas, se marcha ante la brillante estela no sin antes dar un brinco y escaparse por la pared oscura. Las cosas ya no me dicen nada, los momentos ya son recuerdos. A mi mente le gusta volar e imaginarse cosas, escapa de su celda y secuestro cada que mis demonios le arrojan la llave. Vaga libre entre sueños que reconozco que nunca se harán realidad, pues hace un par de días dejé de creer en lo imposible y comencé a creer más en las llamas que me abrazan. La mente me juega feo, sí... diario veo las tinieblas arrojar sus piedras a niños y despedazarlos, cada segundo veo al caballero negro asir su espada y penetrar a su compañero de al lado. ¿Adónde van tan a prisa? ¿A quién han visto tan jodido de mente? ¿Qué acaso los monstruos comenzaron a tragarse unos a otros? Menudos momentos esos donde la agonía le devuelve la vida al moribundo.
Algo o alguien cortó las telarañas que aprisionaban a mi alma. El cautiverio no siempre es tan malo como parece; hace emerger fuerzas de donde solo hay silencio. El peso de las cadenas aligera el movimiento con el paso de los años. Escapé vomitando de mi encierro, me dolió la cabeza como esos años donde la migraña era cada tercer día. Vi jugar a mi hermano y a mi padre haciendo carreras en su silla de ruedas, vi a mi madre sufrir de enfermedades y a mis hermanas perder la cabeza. Así vi mis sueños, así se siente vivir en mis zapatos. El añil de un corazón que lucha por bombear algo más que sangre, la lucha constante de un niño con espada de madera que sueña con montar dragones y quemar aldeas. El deseo de un fantasma de apoderarse de un ser vivo para volver a sentir. Las mantas blancas que cubren a un muerto deseando solamente cobijar del frío. Mi mente es el deseo de los ojos que pierden su brillo, del amor que antes ardía como el sol y ahora busca escondites para ver a su amante. Mi mente es aquel sueño donde siempre veo a aquella mujer y la abrazo antes de fallecer. Es mi cobardía ante las situaciones que me hacen transpirar y quedar empapado en desconcierto. Caía entre los brazos de dioses al dormir, pero estos ya se han marchado. Me cantaban musas melodías mientras arrullaban al que nunca dejó de soñar como niño, hoy la sangre sale de sus ojos y se han cegado. Apostaba mi sangre por unos cuantos minutos de sonrisas y llantos, hoy le doy la espalda a todos.
¿Cuántas hojas debe llenar un hombre para sentirse mejor? Demasiadas mentiras nos han dicho en la vida, demasiada mierda llena los rincones y el hedor hace volcarse a cualquiera. La cicatriz en mi cerebro ya abarca demasiado espacio, y ya no hay espacio para abrir más la mente.
Deseo un silencio bruto, innato. Un silencio donde todos cierren la boca y miren al cielo y se sientan más miserables de lo que ya son. Grito quejoso por un momento donde las personas se claven un cuchillo y viertan su sangre al piso, donde de los vientres salgan solo deseos y no más niños. Sueño con ese mar de cráneos donde a todos nos toque vivir por siempre, mirando al eterno mar en una tarde oscura y llena de ceniza. Ya me importa poco donde termine mi cuerpo en unos años, o hasta dónde soy capaz de llegar por un fuerte impulso. En las calles los niños ya no son alegres, los malditos cables que encierran mi ciudad tarde o temprano caerán en picada y ahorcarán a todos, el cielo se hará tormenta y lloverá granizo en forma de flechas asesinando a todos.
Hay aún una pieza perdida en mi corazón y no deseo encontrarla. Quiero aún ser libre vagando chueco y roto, incompleto, vulnerable y pequeño. Hoy aguzo el oído y escucho las mismas charlas aburridas. Dime, ¿Quién soy yo para ti? Si soy de esos que aún creen que los osos de peluche son el mejor amuleto para dormir tranquilo.
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Noches de Tres Ojos
Short StoryRecopilatorio de pequeños relatos, pensamientos, cosas que en mis ratos de ansiedad necesito sacar. Espero con el tiempo sigan acumulándose.