Neuronas teñidas

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¿Cansa vivir? Me pregunto. Así como los reproches que le hago a dios cada que lo escribo en minúscula. ¿Yo qué culpa tengo de estar retorcido mentalmente? Si mis deseos más fervientes piden a gritos ser escuchados y, todos alrededor tapan sus oídos, pues tienen miedo al dolor. ¿Y qué no se trata de eso vivir? Empeñarse en lograr algo que con los años se marchita, como cada crisantemo que sembré en mis tierras. ¿Puedes sentir la brisa de la noche? Porque los atardeceres son calurosos. Traen consigo un calor que derrite la piel y que cansa el alma. Ya hace tiempo que no pido nada a los cielos. Me regocijo en la plenitud de mi calma, en la sobriedad que emana de mis neuronas cada que decido teñirlas de violeta. Hacen juego con lo negro y liso de mi cabello, matizan los parajes desérticos de mis ideas. Cada cierto tiempo salgo a correr y admiro a la gente que se pierde en su mundo. Vivimos en universos tan diferentes que deseo que al morir cada quien corra a su galaxia y se convierta en amo y dueño de su espacio. Allá arriba, puedo estar seguro que el dolor puede seguir, intacto, constante y duradero. No somos libres más que en nuestra mente.

Ya me duele enamorarme, aún y cuando mi corazón a veces anhela ser amado. No importa, los años son solo números, los días solo puestas de sol, los segundos suspiros que lanzo al aire cada que pido un abrazo. Y dime, ¿has encontrado la felicidad que buscas? Si los gusanos y los alacranes son felices bajo las piedras, rodeados de humedad. Y yo, como un ser que ama el frío, busco la pasión y la calidez humana entre glaciares que expulsan nieve. No me molesta ver a la gente feliz. Los odio, que es diferente. Es más pasional y ¿por qué no? Personal. Me cansan sus sonrisas falsas, sus salidas al cine y a cenar cuando no desean más que ser aceptados por el celo de una raza que durante siglos ha fecundado sus propios ideales, destruyéndolos.

¿Dónde está la razón de la vida? Bajo el yugo de un dedo que señala el infierno. Bajo tierra, donde rodeados de cánticos, ángeles cantan a la hoguera donde caen los incoherentes y los enamorados. Allá los veré, estrecharé sus manos y nos reiremos de que la morada final nunca estuvo tan lejos. Brindemos por esa eternidad momentánea, por esas hazañas mal logradas, por esos refugios donde nunca se compartió el pan y sí la sangre. Escúchame dios, sí, así sin esa letra capital. Sin esos miedos que me infundieron. Soy solo un hombre que teme hacerse viejo, pues de niño quería crecer y ser un navegante. Entonces fue que casi me ahogo y vi bestias temibles bajo el mar. Soy solo un adulto que se dio cuenta que la mayoría de los ancianos desean morir, mientras yo quisiera volver a ser niño. Salir corriendo... sin temor a vivir. Abrazar mis temores, pues ellos me hacen ser quien soy.

Noches de Tres OjosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora