Destellos

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Una aldea a lo lejos se incendia. Un padre toma a su hija en brazos y sale corriendo sin mirar atrás. A lo cerca un caballo pasta tranquilamente, su negro pelaje hace contraste con el atardecer gris y furibundo de esta maldecida hora. A mitad del camino un lugareño se detiene a observar la bola de fuego que consume un hogar, contempla la obra del dios que todo lo consume; de un dios que todo lo hace ceniza. Arriba un ave surca el cielo sin tomar importancia a lo que mira, se aburre de aquel panorama y decide continuar su vuelo. De pronto el cielo se nubla y grita de dolor, lanza destellos que alegran el corazón y un árbol tan anciano como el tiempo cae de rodillas. En lo alto los dioses lloran de angustia por no poder intervenir en su obra. El padre y la hija están a salvo, el caballo ha escapado al escuchar los truenos; el lugareño de pelo cano se sienta a que lo acaricie la lluvia, tan ajeno a todo pesar. El águila se escapó de toda vista y quizá no se le vuelva a ver. La tormenta ha arreciado y violenta los pronósticos de una tranquilidad próxima. Esta noche deberemos dormir al compas de un son continuo y húmedo, mirando las montañas e imaginando que mañana todo estará mejor.

En la madrugada la tormenta sigue castigando al inocente, lo deja dormir pero le advierte que las cosas no mejorarán. Un granizo se hace presente y alerta los oídos de aquel que soñaba con cabalgar kilómetros de tierra fértil y lista para sembrar flores. Pero las bolas de hielo chocan contra el padre y la hija causándoles dolor. El lugareño se recuesta ante los golpes y esboza una sonrisa profunda y cálida. El caballo regresa al establo ahora consumido y mira un bulto de lo que pudo haber sido su sombra. Un águila cae ante un golpe de aquel enorme pedazo de piedra glacial y se desploma frente a la niña; ella la toma en brazos y llora ante la agonía de no poder salvarla, y aunque en el fondo desea más tener alas, hoy si tuviera unas se las arrancaría para darle una nueva esperanza al ave, un boleto hacia un horizonte imposible de mirar ante esta tormenta.

Por la mañana el desastre fue inminente, los cielos castigaron un suelo que estaba alejado de todo infierno.

Noches de Tres OjosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora