El Fantasma del Patio

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Cuando salió al patio vio el columpio agitarse, pero no había viento. Las estrellas cubrían como un manto el silencio sepulcral y distante de enmudecer la ira que sentía; la rabia de esos recuerdos talados de raíz e incinerados por una mano áspera de intenciones sedosas. Siguió columpiándose mientras contemplaba la noche. Era una de esas donde los pies y las manos las sientes largas; capaces de agarrar planetas y asteroides, capaces de asemejar un gigante triste y moribundo. El columpio se detuvo un momento y, bajo la luz de la luna un jirón de una tela blanca ondeó cuando empezó a cantar el viento, como el caminar de una estrella en el universo; como la lentitud de un cachorro torpe abriendo los ojos para buscar a su madre... como la ansiedad de aquel ser sentado en el columpio pensando.

Volvió a columpiarse como un niño. A veces lo veo desde mi ventana llorando, otras riendo, pero hoy... hoy lo veo desdichado y con ganas de morir; de morir nuevamente y volar a las estrellas. En ocasiones puedo sentir su pesar, en otras siento su dicha y ganas de jugar. El columpio se agita con alegría cada que no piensa. Pensar debe ser la cosa más horrible del mundo después de estar vivo.

Hoy hace años que ese columpio dejó de mecerse. En mis ratos libres lo uso y me imagino ser aquella cosa que admiré desde mi ventana. Espero que vuelva, pero el árbol gigantesco bajo el columpio me dice que no es el momento. Con el tiempo jamás lo moví de su lugar esperando que alguien más lo usara... <<Vuelve, que tu vaivén aligeraba mis penas>>.

Noches de Tres OjosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora