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Se dice que ganando batallas se gana reconocimiento, pero, ¿qué tal si lo que menos quiero es ser conocido? Si cada día que pasa me dicen que debo luchar por ser mejor y esa mejoría no llega. Si pudiera pedir un deseo a algún genio de una lampara sería que volviera a su escondite, pues me gusta perder cosas, me gusta ganarle al tiempo. Y aún cuando este venga tras de mí, suelo girar la mirada cuando avanzo un trecho para ver esa nube grisácea; la cual dentro lleva mis penas en forma de viento, mis esperanzas hechas polvo, mi calidez convertida en un paso fugaz, uno más entre el filo de esa caminata hacia ningún lado. Así paseo por la vida, imaginándome cosas, pensando día y noche, y puedo ver mis sueños materializarse cada que abro los ojos y abro las manos hacia un nuevo amanecer. Si la migraña no me acompaña hoy lo hará la luz que me encandila, si la tranquilidad hoy no se hace presente lo hará la ansiedad; si mis piernas me impiden caminar lo haré de rodillas... aunque sangren.

No siempre cargo una sonrisa en mi bolsillo que quiera usar de máscara para mostrarla al mundo. No siempre quiero salir y aparentar que deseo que sea un buen día, pues lo bueno ya hace tiempo cargó sus maletas y me dejó mirando el horizonte. Hoy como otros días solo miro al cielo y planeo una huída, lejos de esta miasma que llaman vida, ayer quise ser un superhéroe, hoy soy villano; mañana saldré de mi prisión.

¿Quién soy yo en este punto del universo? Si al salir por las noches me siento la mínima cosa, la efímera alquimia tallada en carne y hueso. Amo mis demonios más que a mis ángeles, hoy detesto las alas otorgadas a unos cuantos afortunados, hoy prefiero usar cuernos para derribar al que se cruce en mi paso, y así jadeante ante tanta inclemencia postergar mi sufrimiento. Aclarar mi garganta y gritar se ha vuelto la medicina más efectiva contra la extrañeza que veo reflejada en el espejo cada mañana. Sin embargo, derribar paredes no es posible, estas pesan más que el mismo deseo ferviente de querer arrojarme al vacío y olvidar el pasado, pero si bien estoy formado de recuerdos, los he ido vomitando a cada año que envejezco.

Aún no tengo canas, y no dudaría en dejarlas como están si una se presenta. Si hoy no tengo arrugas, en un futuro cercano surcaran mi piel cerca de mis ojos, y aunque no podré verlas las sentiré tan amenazadoras y descriptivas que comenzaré a acariciarlas. Si hoy no tengo paz no pienso salir a buscarla. El día que mi mente decidió salir de ella misma entendí que las cosas sin razón tienen una belleza exacta que no puede ser descrita. Aquel día comprendí que dar mazazos a mis recuerdos no sirve, pues estos vuelven cuando son necesarios. Y si hoy la vida me cobra las deudas que no tengo... estoy dispuesto a pagarlas.

Noches de Tres OjosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora