Capítulo 4. Pase lo que pase

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Mientras me duchaba no pude evitar pensar que ya llevaba varias semanas en Harvard. Se me habían pasado volando, aunque aún por las noches no podía evitar sentir morriña: echaba mucho de menos a mi abuela y a mi inseparable amiga Pam y, en definitiva, todo lo que había dejado en San Francisco. La herida todavía estaba abierta pero, embutida en la rutina diaria, clases, trabajos, estudios, etc, etc, no había tenido demasiado tiempo para pensar. Y los días, más que correr, volaban. Solo había una cosa que me hacía sentir un poco mejor: el pequeño grupo de amigos que había surgido y cómo mi relación con ellos era cada vez más intima y familiar. Lo mismo me ocurría con mi compañera de cuarto, que se estaba convirtiendo, a pasos agigantados, en una buena amiga. Había descubierto en ella muchas de las cualidades y afinidades que admiraba y valoraba en mis amigos. Mis pensamientos me llevaron sin querer hacia el hermano de Kira, el cual me había sorprendido bastante. Había que reconocer que Yoko era un chico bastante guapo: esa mirada gris y esa sonrisa tan encantadora le hacían un chico muy peligroso para cualquier corazón femenino que tuviera cerca. Incluso cuando Yoko me invitó a la fiesta de la fraternidad, Kira no desaprovechó la ocasión para asegurarse la entrada que hasta ahora había tenido prohibida a tales saraos. Me quedó muy claro que esa reacción por parte de ella había sido más para tocarle las pelotas a su hermano que por la necesidad de ir a otra tonta fiesta de fraternidad. Cada día tenía más claro que a Kira le gustaba sacar a la gente de sus casillas, lo que significaba tocar las pelotas a aquel que se le ponía a tiro. Y, bajo mi punto de vista, la tía lo disfrutaba. Esa actitud la solía aplicar eligiendo a sus víctimas entre la lista de gente que no le caía bien. Había que reconocer que Kira era toda una maestra y había convertido tal acción en un arte, llegando a ser una pesadilla para aquellos que osaran meterse con ella o con cualquiera de sus amigos.

En el fondo era una chica bastante hermética. Lo que no me quedaba claro era si esta situación se daba por una decisión propia o por circunstancias. Su grupo más íntimo era bastante reducido. Por lo poco que había visto tenía la certeza de que Kira se había apartado adrede del engominado mundo de Harvard, declarándose en un estado independiente y haciendo su propia guerra social. Aquí me planteaba unas preguntas: ¿Qué había hecho a Kira tomar esa actitud ?, ¿y por qué apoyaba con tanta necesidad a la clase menos privilegiada, cuando ella había nacido en la opuesta? En definitiva, resultaba curioso e intrigante ver a mi rebelde compañera cómo defendía su posición dentro de Harvard, aunque yo había llegado a la conclusión de que, aunque ella declaraba una y otra vez que su actitud era más que una declaración de intenciones, que un estilo de vida, yo tenía muy claro que en el fondo le gustaba mucho vestir con ese aire gótico. Esos arranques de genio y esa lealtad férrea en sus creencias me hacían valorarla todavía más ya que admiraba mucho este tipo de rasgos en mis amigos. Kira me recordaba muy a menudo a mi querida Pam, alguien a quien quería como a mi hermana, ya que me había criado con ella desde pequeña.

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