Capítulo 2. Pase lo que pase

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 Había pasado más de cinco horas metida en un avión, pero por fin estaba allí, plantada en la puerta de un edificio antiguo de estilo georgiano, similar a la mayoría de los edificios de Harvard

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 Había pasado más de cinco horas metida en un avión, pero por fin estaba allí, plantada en la puerta de un edificio antiguo de estilo georgiano, similar a la mayoría de los edificios de Harvard. Me en- caminé con mi pesado equipaje hacia el recibidor donde una mujer de unos cuarenta años se acercó con paso decidido y una sonrisa amable.

—Hola. Tú debes ser Lia Travis, te estábamos esperando. Yo soy Jonna Sullivan, tu consejera y orientadora. Bienvenida a nuestra residencia espero que hayas tenido un buen viaje

—La verdad es que ha sido un viaje muy largo.

—Sí, debes de estar agotada, pero seré rápida, lo prometo. Cómo supongo que sabrás esta es una residencia mixta, pero las habitaciones son compartidas por personas del mismo sexo. La parte de abajo está destinada a zonas comunitarias entre las que se encuentran, salón de recreo, sala de estudios, comedor, biblioteca, gimnasio, y si me acompañas a la parte de arriba, te enseñaré tu cuarto.

Nos dirigimos por la amplia escalera a un pasillo bien decorado con algunos toques modernos. Mi habitación era grande; dos camas, armarios empotrados y dos escritorios ubicados cerca de la puerta de entrada. Era claramente, la típica habitación de estudiante. La luz natural entraba por la única ventana que había situada enfrente de mí.

—Como verás, tienes una vista preciosa del parque y la iluminación es muy buena.

—Sí, gracias. Parece muy acogedora. ¿Cuál es mi cama?

—Bueno, puedes elegir. Tu compañera de cuarto todavía no ha llegado.

—Gracias, señora Sullivan.

—Oh, por favor, llámame Jonna, como todos, y de nada. Si necesitas cualquier cosa no dudes en pedírmelo, estaré encantada de ayudarte. Encima de tu escritorio tienes tus horarios con tus clases y un mapa para saber hacia dónde dirigirte. Estoy segura de que te adaptarás rápido.

—Muchas gracias, Jonna.

—Bueno, te dejo para que deshagas tu equipaje y te pongas cómoda. La cena se servirá en un par de horas, aunque si no quieres comer en la residencia puedes hacerlo en el comedor de la universidad, no hay ningún problema. Si necesitas cualquier cosa estaré en recepción o en mi despacho, y de nuevo, bienvenida.

—Gracias —susurré con desgana, a la par que Jonna cerraba la puerta de mi cuarto.

Acababa de poner la maleta encima de mi cama cuando la puerta se abrió estrepitosamente, para dejar pasar a una chica de rasgos asiáticos y aspecto gótico que irrumpió en el cuarto como un huracán, arrojó su bolsa sobre la otra cama y me dirigió una mirada inquisitiva con sus ojos negros, unos ojos grandes que me taladraron. Intenté aguantar esa mirada estoicamente.

—Así que tú eres Lia, de San Francisco. Jonna me ha puesto al día antes de subir —dijo con tono contundente.

—Sí, esa soy yo. ¿Y tú eres...? —dije sin amilanarme. Nuestras miradas se retaron. Y en su boca se formó una media sonrisa.

Pase lo que paseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora