Capítulo 17. Pase lo que pase

68 5 0
                                    

Un ensordecedor ruido me traspasó los tímpanos

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Un ensordecedor ruido me traspasó los tímpanos. Levanté la mano,

intentando apagar a tientas el horrible sonido que me martilleaba

la cabeza. Mi mano tanteó la zona, buscando la música. Sentí algo

cálido a mi lado y abrí los ojos con lentitud. Solo ese movimiento

hacía que mis sienes protestaran. Cuando la presión bajó, fui consciente

de que a mi lado había un cuerpo, y, por lo que había tocado,

mi mano, estaba claro que se encontraba desnudo. Cuando esa idea

se hizo clara en la densa niebla de mi cerebro no pude reprimir

un grito. Impulsivamente me incorporé, con rapidez, haciendo que

todo mi cuerpo protestara. Me giré para ver a mi lado a Marcus con

el torso desnudo. Lo demás se encontraba bajo la manta, pero yo

sentía el calor de su piel contra la mía. Otro grito involuntario se me

escapó y mi cabeza protestó más alto, viéndome en la necesidad de

que mi mano la sujetara. Marcus me miró con una sonrisa pícara y

algo de dulzura en sus ojos.

—Marcus: dime que ésto no es lo que creo que es —dije arrastrando

las palabra con voz ronca. Sentía la lengua pastosa, como si fuera

cartón.

—Gata, ¿qué quieres que te diga? Creo que los hechos hablan por

sí solos.

—Maldita sea, Marcus. ¿Cómo has podido? —dije, no sin antes sentir

otro latigazo en mi cabeza.

—Disculpa, gata. Si no me falla la memoria fuiste tú la que te tiraste

en plan Kamikaze y, aunque te advertí, hiciste oídos sordos a mis

consejos y no me diste opción.

—¡Oh dios! ¿Qué he hecho? —exclamé con desesperación.

Una imagen se había colado en la espesa maraña de mi celebro. La

visión de un beso provocativo y húmedo me había traspasado como

un resorte. Intenté levantarme, rodeándome con la manta. Mi cuerpo

empezó a protestar, lo ignoré, y al segundo intento me levanté

tambaleándome. Recobré el equilibrio para mirar a Marcus.

—¡Maldita sea Marcus, tápate! —exclamé. Y otra punzada de dolor

me traspasó. Cerré los ojos con fuerza, muerta de vergüenza por

Pase lo que paseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora