2. En busca de Harry Potter

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La matriarca de los Black había realizado un sencillo hechizo de localización para averiguar en qué lugar de Londres se encontraba su ahijado, y cuando lo halló por poco le da un ataque de ira. Aquellos muggles habían llevado a Harry a una casucha desvencijada situada en un peñasco. A saber en qué condiciones se encontraba el niño.

Respirando profundamente, Ámbar usó la desaparición para llegar aquel espantoso lugar. La rubia apareció frente la "casa" y golpeó la puerta tan fuerte que la hizo sonar de forma bastante chirriante. Sin embargo, nadie parecía tener intención de abrirle. Reuniendo paciencia, volvió a llamar una vez más.

Dentro del lugar el señor Dursley intentaba convencer a su esposa de que si hacían caso omiso, quienquiera que se encontrase tras la puerta se cansaría y acabaría por irse. Qué equivocado estaba.

Al oír un nuevo golpeteo en la puerta, el tío de Harry fue hacia una de las viejas habitaciones y volvió cargando un rifle.

- ¿Quién está ahí?- gritó- ¡Le advierto: estoy armado!

Aquella frase bastó para que Ámbar perdiera la poca paciencia que le quedaba, casi le daban ganas de reírse, ¿enserio ese muggle pensaba que un rifle podría parar a un mago? La bruja sacó su elegante varita y con un ligero movimiento de esta hizo estallar la puerta. Bien podría haber usado un simple alohomora, pero la verdad es que quería asustar un poco a los tíos de su ahijado por el mal trato que le daban.

Tras el hechizo lanzado por Ámbar, la puerta se salió de los gozones, y, con un golpe sordo, aterrizó en el suelo. Los Dursley pegaron un respingo del susto, y Vernon se aferró con más ahínco a su rifle. Poco después Ámbar se apareció por la puerta. A Harry le pareció una mujer muy hermosa, desde luego tenía unos rasgos muy agraciados. Su rostro era ligeramente redondeado, sus ojos eran grandes y de un intenso color gris azulado, tenía una bonita nariz respingona y unos labios gruesos pintados de rojo intenso, y, alrededor de sus hombros caía un largo cabello rubio blanquecino. Además, algo en ella le imponía respeto, quizás fuera la intensidad de su mirada, o que parecía alguien a quien no debes contradecir. Harry pudo darse cuenta que sus tíos estaban igual de impresionados que él. Ámbar recorrió su mirada por toda la estancia hasta dar con Harry, que se encontraba sentado sobre unas mantas en el suelo. Al verlo, su mirada se suavizó.

- ¡Ah, Harry! Ahí estás- dijo la mujer sonriéndole de forma maternal- La última vez que te vi tan solo tenías un año. Es increíble lo mucho que te pareces a James.

Harry se quedó anonadado, ¿cómo era posible que esa mujer tan elegante supiese su nombre?

- ¿Quién es usted?- exigió saber el señor Dursley-¡Le exijo que se vaya enseguida, esto es allanamiento de morada!

- Usted mejor cállese- replicó Ámbar, mostrando en ese momento un semblante bastante serio- y baje ese rifle, ¿de verdad piensa que un arma muggle puede detener a alguien de mi clase?- La bruja, al ver que el tío de Harry seguía apuntándola con el rifle, chasqueó los dedos y este se convirtió en un inofensivo bolígrafo. El señor Dursley ahogó un gemido, Dudley chilló y corrió a esconderse detrás de su madre que estaba agazapada y aterrorizada detrás de su marido. Harry por su parte abrió los ojos con sorpresa. ¡La mujer acababa de convertir un rifle en un bolígrafo! Eso no era algo que viese todos los días.

Sobrecogiéndose de la sorpresa y con algo de timidez, Harry se armó de valor y repitió la pregunta que anteriormente había hecho su tío.

- Disculpe señora, pero ¿Quién es usted? ¿De qué me conoce?

Ámbar recuperó la expresión afable que anteriormente le había dedicado a Harry y se acercó al niño.

- Harry, cariño, yo soy Ámbar Black, tu madrina. Y vengo a llevarte conmigo.

Emerald Black y la Piedra FilosofalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora