5. El viaje desde el andén nueve y tres cuartos

38 5 0
                                    

Los últimos días antes de comienzo del curso pasaron volando para Harry y Emerald y, llegado dicho día, ninguno de los dos podía contener la emoción. ¡Por fin iban a ir a Hogwarts! Era tanta la ilusión que tenían que a las cinco de la mañana ya estaban despiertos, incluso sabiendo que aún podían haber dormido unas cuantas horas más.
Harry se encontraba sentado en su cama sin saber muy bien que hacer hasta que Clarissa los llamase a desayunar. Había tratado de leer algún libro para entretenerse mientras tanto, sin embargo, estaba tan entusiasmado que le había sido imposible concentrarse en las letras. Le había parecido oír ruido en la habitación de Emerald y había pensado en ir a ver si la pelirroja estaba en su misma situación. Pero, como no tenía claro que su amiga estuviese ya despierta no sabía si hacerlo. Dormir era un acto sagrado para Emerald. Era cierto que la niña era algo hiperactiva y bastante enérgica durante el día, pero eso se debía en parte a que obtenía sus buenas horas de sueño todos los días. Harry temía equivocarse y despertarla, ya que eso provocaría su furia. Emerald era todo dulzor hasta que le interrumpías sus dulces sueños. Al final, después de pensarlo un poco más decidió que tocaría a su puerta, si estaba despierta le abriría y sino, simplemente ni se percataría que alguien había llamado a su puerta. Decidido, se encaminó hacia el cuarto de Emy y dio unos golpecitos en la puerta de roble blanco.
-toc,toc,toc.
-ah, hola Harry, te me has adelantado, estaba a puntito de ir a despertarte- le dijo la niña a la vez que lo tomaba de la mano y lo instaba a entrar en su dormitorio.- en serio, estoy harta de esperar Harry. ¡Necesito estar en Hogwarts ya!- alegó mientras se lanzaba dramáticamente sobre su cama. Harry rió. Su amiga era toda una drama queen, pero la verdad es que él estaba igual que ella, deseoso de pisar ya los terrenos del colegio y poder empezar a usar su varita.

ღღღ

Afortunadamente, al estar juntos y entretenerse hablando de todo lo que podrían hacer una vez en Hogwarts, el tiempo que evada a hasta el desayuno se les pasó en pils plas, y en cuanto se quisieron dar cuenta Clarissa ya los estaba llamando para que fuesen a desayunar. Se encontraron a Leo por el pasillo y este, a diferencia de ellos, parecía que se acababa de despertar, pues tenía el pelo hecho un total desastre y todavía llevaba puesto el pijama. Al llegar a la cocina se encontraron a Ámbar ,que con la ayuda de Clarissa estaba sirviéndoles el desayuno.
-Bueno niños, ¿cómo os sentís? En nada estaréis es Hogwarts.
-Super emocionados ma, Harry y yo hasta hemos madrugado y tenemos los baúles completamente listos- comentó Emerald mientras Harry asentía a lo que ella decía. Ámbar sonrió.
-No sé por qué pero me lo imaginaba. Solo espero que el rubito de mi hijo también lo tenga todo preparado- alegó mirando a Leo.
-Claro que lo tengo todo listo mamá, ¿por quién me tomas?- contestó el rubio mientras sonreía con aire inocente. Su madre rodó los ojos. Era claro que mentía y que seguro todavía tenía el baúl a medio hacer. Leo era de esos que se lo dejaba todo para el último momento y Ámbar lo sabía bien, era algo que tenía en común con su padre. Puede que físicamente fuese idéntico a ella, pero el carácter era totalmente similar al de Sirius.
-Date prisa en desayunar y termina de prepararte las cosas. Tienes quince minutos. Hemos quedado con Molly y Arthur a las diez y media en la estación.
-Vale mami- dijo Leo y a continuación se bebió su vaso de leche de una y tomó unas cuantas galletas antes de irse a su habitación.
-Este niño, me va a sacar canas verdes. Menos mal que vosotros os portáis bien.

ღღღ

Los Black y Harry llegaron a la estación a las diez y media justas por medio de la aparición, la matriarca hubiese preferido usar su coche, pero como Leo se había demorado hasta casi la hora en la que habían quedado con los Weasley al final habían tenido que optar por este método. Harry todavía estaba recuperándose del viaje cuando vio a una gran masa de pelirrojos acercarse hacía donde ellos estaban. Todos ellos, al igual que los hermanos Black y Harry, empujaban un baúl, por lo que Harry supuso que también debían de ser magos.
- Ámbar querida, que gusto verte- alegó la mujer bajita y regordeta que parecía ser la madre de todos aquellos niños mientras abrazaba a la rubia.
- Lo mismo digo Molly, ¿y Arthur?
-Al final no ha podido venir, lo han llamado del ministerio, al parecer han encontrado en una redada un objeto ilegal.
-Vaya, que pena, me hubiese gustado verlo. Oh, mira Molly, este es Harry. -en aquel momento Harry se sintió algo tímido pues la atención de todos y cada uno de los pelirrojos estaba puesta en él.
-Hola querido, yo soy Molly, la mamá de toda esta panda.
-Ho-hola, encantado- contestó Harry algo cohibido.
-También es tu primer año en Hogwarts ¿verdad? Como el de Emerald y mi Ron -dijo señalando al menor de sus hijos varones que era alto, flacucho y pecoso, con manos y pies grandes, una larga nariz y ,por supuesto, una mata de cabello pelirrojo. -Ron, cariño, ven aquí y preséntate.
-Hola- saludó el niño mientras le daba un apretón de manos a Harry.
-Ronnie, ¿a mi no me saludas?
-Ah, hola Emerald.
-Bueno, creo que es hora de que entremos al andén o vais a perder el tren.
-¡Es el andén nueve y tres cuartos!- dijo la voz aguda de una niña, también pelirroja, que estaba junto a Molly- mamá ¿no puedo ir?
-No tienes edad suficiente Ginny. Ahora estate quieta. Muy bien Percy, entra tú primero.
-Esto-llamó la atención Harry- ¿como se supone que vamos a entrar al andén nueve y tres cuartos si no existe?
-No existe para los muggles Harry, pero sí para los magos. Para llegar al andén solo debes situarte entre medias del andén nueve y el diez y correr sin temor a golpearte con la pared. Verás que la traspasas y apareces en el andén nueve y tres cuartos.- le explicó su madrina.
-¿Enserio?- preguntó el niño incrédulo.
-Seguro, Harry. Yo lo he hecho mil veces cuando hemos venido a despedir a Leo- le contestó su amiga.
-Fred, eres el siguiente- dijo Molly. Por lo visto el tal Percy había pasado mientras Harry hablaba con Emerald y Ámbar.
-No soy Fred, soy George- alegó el muchacho- ¿de veras, mujer, puedes llamarte nuestra madre?¿No te das cuenta de que yo soy George?
-Lo siento, George, cariño.
-Estaba bromeando, soy Fred- dijo el muchacho mientras se reía acompañado de Leo y su hermano gemelo. Vaya, aquellos debían ser les gemelos de los que tanto hablaba Leo. Viendo lo que hicieron con su madre a Harry no le extrañó nada que se la pasasen haciendo bromas en el colegio. Tras Fred, Gerorge se preparó para cruzar, y tras este paso Leo.
-Vamos Harry, ya es nuestro turno- alegó entusiasmada Emerald una vez que Ronald desapareció tras el muro- te toca después de mi- dijo la niña mientras tomaba velocidad y cruzaba la pared. Harry de repente se puso algo nervioso.
-Venga Harry, te toca- le dijo su madrina.
-Pero, ¿y si yo no puedo pasar?
-Claro que vas a poder pasar Harry, eres un mago. Venga vamos, en cuanto te descuides estarás del otro lado.
Harry empujó su carrito y se dirigió hacia la barrera. Parecía muy sólida. Comenzó a andar. La gente que estaba a su alrededor, a excepción de su madrina, iba al andén nueve o al diez. Harry aceleró su paso. Se inclinó sobre el carrito y comenzó a correr (la barrera se acercaba cada vez más). Ya no podía detenerse, el carrito con el baúl estaba fuera de control. Harry ya estaba casi ahí, cerró los ojos inconscientemente esperando un choque que nunca llegó y cuando los volvió a abrir una locomotora roja escarlata esperaba junto a un andén lleno de gente. Un rótulo decía <<Expreso de Hogwarts, 11 h>> Harry miró hacia atrás y vió como su madrina aparecía a través de un arco de hierro donde debía estar el muro que habían traspasado. Arriba del arco Estaban escritas las palabras <<Andén nueve y tres cuartos>>. Lo había logrado. Había conseguido traspasar el muro sin problema.
-Vamos Harry, los demás deben de estar más adelante.- lo apremió su madrina.
Mientras caminaban Harry siguió observando a su alrededor anonadado, guardando en su memoria cada pequeño detalle. El humo de la locomotora se elevaba sobre las cabezas de la ruidosa multitud, mientras que gatos de todos los colores iban y venían entre las piernas de la gente. Los búhos se llamaban unos a otros, con un malhumorado ulular, por encima del ruido de las charlas y el movimiento de los pescado baúles.
Los primeros vagones ya estaban repletos de estudiantes, algunos asomados por las ventanillas para hablar con sus familiares, otros discutiendo sobre los asientos que iban a ocupar. Sin embargo, de momento seguía sin haber rastro de los hijos de su madrina y de los Weasley. No fue hasta que llegaron casi hasta el final del tren que su madrina y él lograron encontrarlos.
-Mira Harry, he encontrado un compartimento vacío, podemos sentarnos ahí. Si quieres, claro-dijo Ron.
-Me parece genial Ron. ¿Y Emy?- preguntó entonces Harry percatándose de que la pelirroja no estaba junto al grupo.
-Se ha ido con nuestro primo, le prometió que se sentarían juntos durante el viaje. Me ha dicho que si quieres ir con ellos los busques y si no que ya os veréis.
-Vale. -respondió Harry algo apenado, él querría haber vivido todo lo relacionado a Hogwarts en compañía de su amiga. Habían hablado tanto sobre ello que dio por hecho que estarían en todo momento juntos.
-Vas a ir a buscarla entonces- preguntó Ronald.
-No, su primo no me cae especialmente bien, además ya te había dicho que me sentaría contigo.
Ron sonrió a Harry y procedieron a meter sus pertenencias en el vagón con la ayuda de Fred y George. Una vez instalado todo en el vagón, lo niños fueron a sentarse, pero antes de que pudieran hacerlo la señora Weasley sacó un pañuelo y llamó a su hijo menor.
CRon, tienes algo en la nariz.
El niño trató de esquivarla, pero esta lo sujetó y comenzó a frotarle la nariz.
-¡Mamá déjame! -exclamó apartándose.
-¿Ah, el pequeño Ronnie tiene algo en su naricita? - dijo uno de los gemelos, mientras el otro y Leo reían.
-Cállate - dijo Ron.
-¿Y Percy? - preguntó Molly.
-Ahí viene.
El mayor de los Weasley se acercaba hacia ellos. Ya se había puesto la ondulante túnica negra de Hogwarts y Harry vio que en el pecho tenía una insignia dorada y roja con la letra P.
-No puedo quedarme mucho mamá - dijo- Estoy delante, los prefectos tenemos dos compartimentos...
-Oh, ¿eres prefecto Percy? -alegó uno de los gemelos fingiendo sorpresa- Deberías habérnoslo dicho, no teníamos ni idea.
-Espera, creo que recuerdo que una vez nos dijo algo- intervino el otro gemelo- una vez...
-O dos...
-Todo el verano...
-Oh, callaos -dijo Percy, el prefecto.
-Y, de todos modos, ¿por qué Percy tiene túnica nueva?
-Porque él es prefecto- dijo afectuosamente la señora Weasley- muy buena cariño, que tengas un buen año. Envíame una lechuza cuando llegues.
Besó en la mejilla a Percy y el muchacho se fue. Luego se volvió hacia los gemelos.
-Ahora, vosotros dos... este año tenéis que portaros bien. Si recibo una lechuza más diciéndome que habéis hecho estallar un inodoro o...
-¿Hacer estallar un inodoro? Nosotros nunca hemos hecho eso señora Weasley, pero es una gran idea- dijo Leo sonriendo como un niño al que acaban de darle su dulce favorito.
-Sí, mamá, esa es una estupenda idea. Te lo agradecemos.
-No tiene gracia. Y cuidad de Ron y Harry.
-De las bromas no os digo nada, porque sé que es tontería. Pero sí os pido igual que Molly que cuidéis de los pequeños. Sobre todo de tu hermana Leo, con lo curiosa que es es capaz de irse a explorar el Bosque Prohibido.
-Sí ma, no os preocupéis, cuidaremos bien de los pequeñines.
-Sí, Harry, Emerald y el pequeño Ronnie estarán seguros con nosotros- alegó con un pequeño tono burlesco uno de los gemelos.
-Cállate- dijo otra vez Ron cuya nariz estaba todavía rosada donde su madre la había frotado.
-Venga, subid ya y sentaos de una vez.
Los cuatro chicos se subieron al tren, no sin antes recibir un beso de Molly y Ámbar. Harry y Ron se sentaron al lado de la ventana, uno enfrente del otro. Desde allí vieron como Ginny, la hermanita pequeña de los pelirrojos se ponía a llorar.
-No llores Ginny, vamos a enviarte muchos búhos.
-Y un inodoro de Hogwarts.
-¡George!
-Era una broma mamá.
-Seguro que sí - dijo Ámbar divertida. Aquellos niños junto a su Leo eran un peligro. Dignos sucesores de los merodeadores.
El tren comenzó a moverse. La señora Weasley y Ámbar agitaron la mano como señal de despedida y la hermanita pequeña de los chicos comenzó a correr para seguir al tren mitad llorando, mitad riendo hasta que este comenzó a acelerar y simplemente se quedó saludando como las brujas mayores. Harry las observó hasta que desaparecieron cuando el tren giró. Las casas pasaba a toda velocidad por la ventanilla y Harry sintió una ola de excitación. No sabía lo que iba a ocurrir o que podría esperar una vez en Hogwarts, pero estaba deseoso de que el destino lo sorprendiera.

Emerald Black y la Piedra FilosofalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora