7. La clase de pocienes

21 3 2
                                    

Tras el banquete, los alumnos de primer año, siguieron a los prefectos de sus respectivas casas para que los llevase a sus dormitorios. En Hogwarts cada casa estaba situada en una parte del castillo y solo sus miembros podían conocer su ubicación y la contraseña que daba acceso a ellas.
El colegio era un lugar totalmente fascinante. Los retratos tenían vida propia y murmuraban al ver a los nuevos alumnos pasar. A Emerald esto no le sorprendió del todo, en la casa de sus abuelos había montones de retratos de las distintas generaciones de Malfoy que la precedían, sin embargo Harry si se vio sorprendido por ello. Él no estaba acostumbrado al que los retratos fuesen algo más que un simple objeto de decoración. Además, no solo eran los retratos los que tenían vida, el colegio entero parecía tenerla. Hogwarts contaba con 142 escaleras, algunas amplias y despejadas, otras estrechas y destartaladas. Algunas incluso llevaban a lugares diferentes dependiendo del día. Otras tenían un escalón que desaparecía a mitad de camino y había que recordarlo para saltar. Después había puertas que no se abrían, a menos que uno se lo pidiera con amabilidad o les hiciese cosquillas en el lugar exacto, y puertas que, en realidad, no eran más que sólidas paredes que fingían ser puertas. También era uy difícil saber donde estaba todo, ya que las cosas cambiaban de lugar constantemente. Además los alumnos de primero también tuvieron la suerte de conocer a Peeves, el postergeist del colegio, que se encargaba de incordiar y gastar bromas a los alumnos a todas horas, exceptuando a aquellos que tenían el beneplácito del Barón Sanguinario, el fantasma de Slytherin, al que por algún motivo le tenía miedo. Sin embargo, había alguien que era aún peor que Peeves. Argus Filch, el celador del colegio, que siempre estaba dispuesto a imponerle algún castigo a los alumnos e iba patrullando el colegio con su detestable gata, la Señora Norris.
Cuando Harry llegó a su dormitorio, el cual compartía con Ron, solo necesitó tocar la cama para quedarse completamente dormido. Emerald por su parte se dedicó a decorar su habitación junto con su amiga Daphne y a preparar todo lo que pudiese necesitar para las clases del próximo día. Después se quedaron hablando un rato hasta que el sueño finalmente pudo con ellas.

ღღღ

Los niños descubrieron muy pronto que ser estudiante de Hogwarts era mucho más que agitar una varita y decir algunas palabras que rimasen. Tenían que estudiar los cielos nocturnos con sus telescopios a medianoche y aprender los distintos nombres de las estrellas y los movimientos de los planetas. Tres veces por semana debían ir a los invernaderos que había tras el castillo a estudiar Herbología con la profesora Sprout, y aprendían a cuidar de todas las plantas extrañas y hongos y a descubrir para qué podían utilizarlos. Esta era una de las asignaturas favoritas de Emerald, ella siempre había tenido cierta facilidad para el cuidado de la naturaleza y la magia natural.
Sin embargo, no todas las asignaturas eran interesantes, pues Historia de la Magia era tan pero tan aburrida que la mayoría de los alumnos no podían evitar quedarse dormidos durante la lección. El señor Binns, el profesor que la impartía, era un fantasma que hablaba muy monótonamente mientras escribía nombres y fechas y confundía a Emérico el Malvado con Ulrico el Chiflado.
Aquel día era viernes y por lo tanto el último día de clases de aquella primera semana en el colegio. También fue el primer día que Harry y Ron lograron encontrar el camino al Gran Comedor a la primera. Emerald ya no podría burlarse más de ellos porque se perdiera todos y cada uno de los días.
-¿Qué tenemos hoy?- preguntó Harry a Ron, mientras endulzaba sus cereales con unas cucharadas de azúcar.
-Pociones Dobles con los de Slytherin- respondió Ron- Snape es el jefe de la casa de Slytherin. Mis hermanos me ha dicho que siempre los favorece. Hoy veremos si es verdad.
-Ojalá McGonagall nos favoreciera a nosotros- dijo Harry, aunque sabía bien que eso no iba a pasar. McGonagall era la jefa de la casa de Gryffindor, pero no por ello era menos exigente con ellos o les daba privilegios.
Justo en aquel momento llegó el correo. Montones de búhos entraron súbitamente en el Gran Comedor, volando sobre las mesas hasta encontrar a sus dueños y soltar en sus regazos cartas y paquetes. Hedgwig y Owen solían llevar a Harry y Emerald una carta y algunos paquetes de dulces cada dos días de parte de Ámbar. La rubio platino quería mantenerse informada de cómo estaban llevando los primeros días en el colegio y aconsejarlos en todo aquello que pudiese. Leo se quejaba en ocasiones de que a él no lo mimaba tanto, pero la realidad era que a él le daba dinero con el que podría comprar lo que quisiese en sus visitas a Hogsmeade. Al rubio simplemente le gustaba quejarse. Aquel día, Harry no solo recibió los obsequios de su madrina, también obtuvo una carta por parte de Hagrid, el guardabosques del colegio, el cual había visitado en alguna ocasión la mansión de su madrina durante el verano y con el que los hermanos Malfoy y Harry se llevaban bastante bien. Harry abrió el sobre de inmediato.
Querido Harry
Sé que Emerald y tú tenéis las tardes del viernes libres, así que ¿os gustaría venir a tomar una taza de té conmigo a eso de las tres? Quiero que me contéis todo lo de vuestra primera semana. Envíame la respuesta con Hedgwig.
Hagrid
Harry cogió una pluma de su estuche y contestó: sí gracias, nos veremos más tarde.

Emerald Black y la Piedra FilosofalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora