30. Caine Wise

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Caine gruñó cuando Bliss le puso la venda alrededor de las heridas que tenía en el costado.

Q discutía con Cleo en la habitación contigua, percibía la rabia en sus voces con gran claridad gracias a su oído genéticamente modificado. Cerró los ojos, ignorando el dolor lacerante que le recorría, y trató de aislar sus pensamientos.

Habían perdido a Sage y a Wizz, los enemigos habían usado sus cadáveres como escudo y distracción durante el intercambio de disparos. Todos iban uniformados de Aegis. Dalain había reconocido al oficial que aún quedaba con vida y lideraba el ataque.

Las splices mamba negra y demonio de Tasmania habían llegado demasiado tarde.

Tras obligarles a ceder cada vez más terreno de la sala de mando, uno de los técnicos había accedido al panel de control y había separado a Stinger del resto del grupo. En cuanto su captura se hizo efectiva, abandonaron el planeta.

Caine sentía un nuevo peso sobre sus hombros pues, según la cadena de mando, ahora él se había convertido en el responsable de la manada.

Su siguiente paso era lógico, podían rastrear a Stinger mientras los de Aegis no localizaran los chips que Bliss había diseñado e implantado cuando se habían extirpado aquellos otros que les identificaban como miembros de La Legión. Drei y Enzo ya seguían la posición de la nave en la que se encontraba desde una distancia segura.

Su mirada recorrió la habitación de forma automática hasta que se topó con la mirada perdida de la oficial Leumadair.

Q le había pedido con poca amabilidad la cabeza de la delfín austral tan pronto habían vuelto al Quester. Estaba convencida de que, de algún modo, había enviado un informe a Aegis detallando el destino del grupo; Caine sabía que aquello no era posible, dada la estrecha vigilancia a la que la había sometido y a juzgar por el efecto que había tenido sobre ella el último encuentro. La oficial parecía completamente desolada, como si frente a ella se acabara de desvanecer una verdad hasta entonces inmutable.

— Estaré en el puente de mando. — Anunció, levantándose con dificultad. Dalain posó su mirada en él durante un momento antes de apartarla y seguir meditando.

Cuando recorrió el pasillo, las splices hembras le observaron con aprensión, como evaluando su capacitación para manejar la situación. Caine no temía un motín, sabía que su manada le sería fiel hasta la muerte pues así les habían diseñado, pero compartía el dolor de la pérdida de sus hermanas y las incertidumbres que el secuestro de su comandante suponía.

— Están entrando en el sistema Canubulum. Pero no se dirigen a la sede de Aegis en Orous. — Le comunicó Enzo, calculando posibles trayectorias en base a los datos que leía en las pantallas.

— ¿Ruta más probable?

— En las afueras del sistema hay pequeños planetas no registrados que se usan para contrabando.

— Continuemos. Nos guiarán al destino.

— A sus órdenes.

El splice perro cruzó los brazos y observó el firmamento que se desplegaba ante sus ojos a través de las pantallas que imitaban un gran ventanal en la proa del Quester.

Se decía que el mercado negro de Canabulum se hallaba en constante movimiento en aquel sector. RegeneX impuro y splices descartados o de dudosa manufactura eran algunos de los bienes que pasaban de mano en mano todos los días. Su ubicación era cambiante para evitar las habituales redadas de Aegis, conocidas de antemano por los vendedores gracias a los Cs depositados en los bolsillos adecuados. Tales actos eran conocidos a través de todo el sistema.

Quizás por la multitud de ejemplos de corrupción que había conocido de primera mano durante su servicio en La Legión, Caine no compartía la ingenuidad de Dalain.

Los splices criados para los cuerpos eran presa de un infame sentido del deber y el honor que extendían a todo el conjunto del que formaban parte; desgraciadamente los humanos con los que compartían estandarte no. Los humanos no rechazaban unos Cs extras que les permitieran comprar más juventud, más tiempo... más RegeneX.

A los splices no se les permitía consumir RegeneX ni de la más baja categoría. Era demasiado caro para que sus amos decidieran invertirlo en una criatura perecedera, aunque había ocurrido para especímenes de habilidades excepcionales. En cuanto a los diseñados para la batalla, como ellos, lo más honorable era perecer en batalla; si sobrevivían lo suficiente como para no ser completamente funcionales serían descartados y su material genético seleccionado para servir de molde a futuros splices.

— Están variando el rumbo. — Comprobó Drei,mirando otra pequeña pantalla cerca de los mandos.

Las Guerras Splicer. Parte I. (El Destino de Júpiter)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora