32. Seraphi Abrasax

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— Lamento la pérdida de dos miembros de su equipo, pero mis hombres no tuvieron otra opción.

El excomandante Apini se removió en la silla que ocupaba, expectante, pero no hizo ningún comentario.

Seraphi trató de evaluar la situación para tomar el curso de acción más conveniente.

El que parecía ser el líder de los subordinados del splice abeja, Caine Wise, un ejemplar defectuoso de perro o quizás de lobo, no había bajado la guardia a pesar de haber depositado sus armas en las manos de uno de sus oficiales.

La actuación que había presenciado junto a Apini a través de la multitud de cámaras que cubrían cada centímetro cuadrado de las instalaciones le había recordado el alto valor de un correcto entrenamiento de aquellos splices que componían los cuerpos de seguridad del imperio. Había sido especialmente interesante la forma en que había interpuesto su cuerpo entre los guardias y la splice delfín cuando les habían detenido. Según los informes que había leído mientras traían a los detenidos hasta sus allí, la joven era una oficial laureada de Aegis que figuraba como desaparecida en una misión de recuperación en un pequeño planeta acuático. Parecía claro que había algo entre ellos.

— Iransë, tráela. — Pidió Seraphi a la splice pingüino crestado que siempre se situaba un paso detrás de ella, en las sombras. Su asistente personal no era una hibridación corriente, había sido fabricada por encargo con unas características muy específicas que incluían, entre otras, una lealtad inquebrantable.

El excomandante tensó los músculos.

Pocos segundos después, la joven Kiza Apini, con expresión radiante y ataviada con un vaporoso vestido en color teja con delicados apliques dorados que simulaban enredaderas, salía corriendo a los brazos de su padre.

— Por favor, toma asiento. — Ordenó la emperatriz a la vez que hacía un gesto para señalar el cómodo butacón de seda que había colocado al lado del suyo.

— Sí, emperatriz.

— Kiza es una joven muy especial... Es como su madre.

— ¿Qué interés tiene en mi hija, Su Excelencia? — El splice abeja trataba de mantener un trono neutral en cada una de sus palabras, pero Seraphi sabía que un padre no sería capaz de perdonar el secuestro de una hija por muchas buenas razones que pudiera haber detrás. Tampoco es que la emperatriz necesitase su perdón. Había hecho lo que había hecho en interés del universo que conocían.

— Se lo acabo de decir, comandante.

Ya se había cansado de jugar en silencio.

Con otro gesto suyo, las pantallas que formaban una de las paredes de la habitación comenzaron a exponer sus hallazgos al respecto del interesante patrimonio genético de la joven.

Kiza Apini había heredado la exacta combinación y orden de genes que había constituido la extraordinaria persona que había sido su difunta madre.

Sintió un nudo en la boca del estómago al hablar de aquella que, durante mucho tiempo, había sido su única amiga. Pero Marcellian había fallecido... no, había sido asesinada. Durante años había tratado de averiguar quién había tras su repentina desaparición, pero no había sido capaz de disipar la niebla que envolvía aquel asunto. Lo único que podía hacer de ahora en adelante era evitar la guerra que se cernía.

— Marcellian Cahun fue una gran aliada para el imperio hasta su... defunción. Tras su muerte sin un heredero conocido, los diferentes líderes splicers despedazaron la industria y el mercado de los splices se ha ido volviendo cada vez más inestable.

Hizo una pausa para evaluar la evolución de los ánimos de aquellos que la escuchaban. La joven que había tomado como protegida y que pretendía encumbrar como nueva líder de los splicers ya conocía bien la historia, pues se la había relatado con más detalles durante lo que había durado su cautiverio hasta el momento. Era su colaboración la que en realidad requería. Había accedido a su petición de traer a su padre para tranquilizar su conciencia y ganarse su apoyo incondicional.

— Señor Apini, a los splices no se les permite reproducirse porque su material genético no se recombina; no es como el de los humanos. Y, sin embargo, de alguna forma que no entiendo, usted y Marcellian hicieron a Kiza.

La tensión podía palparse cuando sus palabras confirmaron lo que los gráficos dejaban claro.

— Por supuesto, ella desconocía totalmente la identidad de su madre y lo asombroso de su existencia hasta que yo la encontré.

— La secuestró.

— Vigila tu lengua, perro. — Le advirtió Iransë a Wise con la voz tranquila y cálida que la caracterizaba.

La paciencia de Seraphi estaba a punto de colmarse. Estaba deseando acabar con toda aquella pantomima y comenzar a trabajar en lo realmente importante.

— No es un secreto que la guerra entre los líderes splicer ya ha comenzado. Si mi gobierno no actúa en consecuencia...

— Papá. — Intervino Kiza, advirtiendo juiciosamente que sus palabras causarían un mejor efecto en su padre. — La emperatriz desea que le ayude a restablecer la paz. Nada más.

— Bajo mi tutela, Kiza se convertirá en la cabeza visible de todos los splicers fieles al imperio, tal como un día lo fue su madre. Debería estar orgulloso.

— Su Majestad, con todos mis respetos. — Esta vez la que interrumpía era la delfín, quien por lo menos hacía una reverencia antes de proseguir con su impertinencia. — No todos los líderes splicers seguirán a una niña, aunque sea la recombinación de Cahun.

— Soy consciente de ello. <<Y será un placer librarme de aquellos que se opongan a mis deseos. >> Pero se dará facilidades a aquellos que apoyen la transición. Tendremos paz.

Las Guerras Splicer. Parte I. (El Destino de Júpiter)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora