24. Caine Wise

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Acabada la reunión entre Stinger y sus subordinados, Caine regresó a su puesto de vigilancia en el camarote para encontrarlo aparentemente vacío. Durante casi un minuto se mantuvo en completo silencio, acallando su respiración y aguzando su oído, tratando de localizar ecos de clics o pasos en la pequeña nave. A través de sus sentidos aumentados podía notar prácticamente todo lo que se moviera y todo parecía sumido en una inquieta calma. Entonces captó un resuello que provenía de algún punto cercano.

Una vez localizado el tipo de sonido que buscaba, era mucho más fácil rastrearlo hasta su origen.

A través de toda la nave se extendían numerosas redes de tubos y cañerías, algunas lo suficientemente amplias como para dar cabida a un cuerpo humanoide. Uno de estos conductos partía del camarote en el que se encontraba. De su interior procedía aquel lamento apenas perceptible. Entre las barras metálicas también fluía un pequeño reguero de agua.

Caine sintió una mezcla de cólera y miedo, arrancó la cubierta metálica e introdujo la cabeza. Su vista mejorada se acostumbró casi instantáneamente a la escasa luz del interior.

Poco más adelante, el cuerpo de la teniente Leumadair yacía inconsciente en el interior de su traje. El splice lobo se abrió pasó hasta ella, no sin dificultad, y sacó a tirones a la delfín austral. Debía haberse enganchado en uno de los salientes del tubo pues una conducción de agua se había desprendido; probablemente el forcejeo posterior había acelerado la pérdida del líquido.

Aún respiraba.

Tomó en brazos a la criatura acuática y la llevó rápidamente al taller de Bliss.

La splice búho se asustó al verla en ese estado y comenzó a trabajar inmediatamente en las reparaciones. Caine no fue capaz de pronunciar una sola palabra, ni sobre la causa de los daños ni en general. Sabía que, si abría la boca, sería para explotar.

La delfín austral pronto estuvo estable y su traje arreglado. Por lo que le pidió permiso a la ingeniera para devolverla al camarote.

— Querido... — Bliss dudó antes de continuar lo que pensaba decir. Luego suspiró. — ¿Debo poner al comandante al corriente de esto? — Caine negó con la cabeza. Se cargó a la espalda a la oficial aún inconsciente y abandonó la habitación.

De vuelta en la habitación que forzosamente compartían, dejó su carga sobre el colchón y se sentó en una silla.

Contuvo el aliento mientras la observaba. La piel grisácea de su rostro, ahora apacible, brillaba por la humedad. Su pecho se elevaba y descendía con cada respiración. Un espasmo provocó un temblor en su mano derecha. Ligeros movimientos oculares bajo sus párpados delataban la profundidad del sueño en el que estaba sumida.

Quería arrancarle la garganta.

Nunca había sido un modelo de conducta en cuanto al control de sus emociones, esta peculiar característica había sido la que le había hecho responsable de su cautiva, pero hacía mucho que no se había sentido tan fuera de sí mismo.

Respiró profundamente tres veces antes de levantarse, extraer un grillete metálico de uno de los armarios de las paredes y atar con él una de las piernas de la splice delfín a la cama.

Permaneció sentado durante más de una hora, concentrándose.

Cuando la splice delfín se despertó, esbozó una mueca mezcla de confusión y alivio. Le cambió el semblante cuando miró hacia Caine, quién permanecía silencioso e impasible en su asiento muy cerca de ella. Trató de incorporarse y entonces fue consciente de que estaba esposada a la cama.

— Quítame esta cosa. — Ordenó sin apartar la mirada de los ojos de su carcelero, desafiante.

— ¿Para intentar matarte otra vez? — Se le escapó a Caine, tuteando por primera vez a la delfín mientras un colmillo asomaba entre sus labios.

Vio cómo ella dudaba. El color rojo inundó su rostro y frunció los labios tratando de contener la ira que se apoderaba de ella.

Las Guerras Splicer. Parte I. (El Destino de Júpiter)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora