I. Raoul

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Creo que llevo unos 3 minutos mirando fijamente el papel pegado en la puerta de cristal de la librería y puede empezar a resultar preocupante pero es que no me lo puedo creer.

En los casi 8 meses que he estado viviendo en Madrid no he conseguido hacer aún ninguna buena amistad, ninguna excepto Aurora. De verdad, la dueña de la biblioteca-librería de debajo de mi piso es lo más parecido a una amiga que tengo aquí (a parte de Hugo, pero no cuenta porque llevamos siendo amigos desde los 6 años).

Aurora, una mujer de casi setenta años que se pasa el día sentada en esa silla detrás del mostrador, ni si quiera necesita levantarse a buscarte un libro cuando le preguntas; sólo sonríe y te dice exactamente el número de pasillo y estantería. Es una mujer fascinante que sabe muchísimo sobre un montón de cosas y le encanta hablar así que a veces si voy con tiempo le llevo un café y charlo con ella un rato.

Mierda, creo que debería de empezar a hablar de ella en pasado. Porque de eso va esto. La librería llevaba cerrada casi una semana, lo cual me preocupaba pero tampoco demasiado porque supuse que Aurora se había ido a visitar a su hija que vivía en Galicia, pero hoy cuando salí de casa y pasé por la puerta de la biblioteca estaba su esquela dándome la noticia de la muerte de una amiga como si me acabaran de lanzar un jarrón de agua helada a la cara (jarrón incluido).

Así que aquí estoy, mirando fijamente la esquela de esa gran mujer que siempre tenía una sonrisa en la boca y me siento fatal porque nunca llegué a decirle que me parecía una gran amiga.

Me gusta mucho la gente con la que es tan fácil tratar. Como mi compañero de piso y mejor amigo de toda la vida: Hugo. Creo que decidimos en primaria que íbamos a ir a vivir juntos al terminar el instituto porque, ya entonces, teníamos claro que pagando sólo la mitad vivir es más fácil. Supongo que, de alguna forma, también teníamos claro que no íbamos a querer quedarnos en Barcelona viviendo con nuestros padres.

Me fui de casa porque necesitaba huir de la idea que mi familia tenía sobre lo que iba a ser de mí y creo que a Hugo le pasaba algo parecido. Mi familia es prácticamente famosa por ser los mejores abogados de Barcelona por tres generaciones consecutivas; mi abuelo era abogado, mis padres son abogados, mi hermano es abogado y mi primo está estudiando derecho. Pero yo no, yo quiero dedicarme a la música.

Los padres de Hugo tienen una carnicería y él es un genio, la persona más inteligente que conozco, tenía una media altísima y todos suponíamos que acabaría siendo ingeniero o algo así pero tomó la decisión de no ir a la universidad.

Nunca hablamos de ello, supongo que ninguno de los dos tenía ganas de decir en voz alta lo jodido que es vivir sintiendo que decepcionas a todo el mundo por no cumplir las expectativas. Pero salimos corriendo. Llevábamos varios veranos trabajando juntos en un chiringuito de la playa, además yo estuve unos meses trabajando de noche en una gasolinera y él ayudó a sus padres en la carnicería así que ahorramos lo suficiente para venirnos a Madrid.

Ahora él trabaja en un bar y no parece querer cambiar su vida, y yo me pago las clases en el conservatorio y canto en el metro algunos domingos por la mañana. Pero no he sido capaz de forjar amistad con nadie en el conservatorio, y la gente en el metro suele ir con prisa así que sólo tenía a Aurora... y ya no está.

***

Después de enterarme de lo de Aurora he pasado unos días excesivamente triste, pero sólo se lo he contado a mi prima Nerea. Es la más joven de la familia y le quedan algunos años para marcharse a la universidad y, aunque intenta ocultarlo delante de todos, sé que tampoco quiere ser abogada. Tiene otros sueños, siempre está leyendo libros sobre mitología o historia de diferentes lugares y épocas, tiene libretas llenas de historias, dibujos raros y anotaciones que sólo ella entiende.

Mi libro favoritoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora