VI. Agoney

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- Sabes a café. – Es lo primero que me sale decir cuando me deja claro que él también tenía ganas de que esto pasara.

- Hala, y no te gusta el café... lo siento.

- No pasa nada Raoul, el beso me ha gustado... mucho...

Uf, el beso. Para empezar, ni si quiera me puedo creer que acabe de besarle de verdad. Y para continuar, fue realmente mágico. Sentí electricidad por todo el cuerpo y me apetece muchísimo volver a besarle pero el sonido de la puerta me hace aterrizar. Estamos en la librería, estoy en el trabajo y no puedo dedicarme a besar aquí al chico mono que conozco de hace menos de una semana.

Miro a Raoul para pedirle disculpas con la mirada y me sonríe asintiendo, es bastante sorprendente que seamos capaces de hablarnos sin palabras en sólo cuatro días. Me alejo de él para acercarme al hombre que acaba de entrar intentado poner toda mi atención en ser un buen empleado aunque sigo pendiente de reojo de los movimientos del chiquitín.

Raoul se queda donde le dejé (delante de la estantería de biblioteca), agachándose para recoger mi vaso de té del suelo y después observando bien el libro que va a llevarse a casa esta semana. Tiene todavía una sonrisa tonta en el boca y yo también, ni si quiera intento disimularla mientras busco el libro que el hombre me pide ni mientras le cobro.

Cuando nos quedamos solos de nuevo se acerca al mostrador apoyando ahí mi té y el libro que va a llevarse. Le miro con cautela porque de repente tengo miedo de que esto haya sido una cagada y le haya dado tiempo a arrepentirse en los diez minutos que tardó el señor en irse.

- ¿Y ahora qué? – Lo pregunta también como con miedo y yo me encojo de hombros sin saber muy bien qué decirle.

Tuve rollos de una noche con completos desconocidos antes, me lie con tíos que conocía menos que a Raoul y nunca me pareció mal pero no quiero que él sea uno de esos. No sé cómo explicárselo pero quiero que sepa que me gusta en serio y, aunque hayamos cogido una velocidad vertiginosa, quiero que intentemos algo más. De hecho, creo que es la primera vez que tengo claro tan pronto que quiero intentar algo serio con alguien y me asusta muchísimo.

- Raoul yo... o sea... a mí... joder, no sé cómo decirlo... ejem... que a mí me gustas en serio. Quiero decir que...

- Deberíamos tener una cita. – Le agradezco que interrumpa mi diarrea verbal y le agradezco todavía más la sonrisa que me regala mientras me pide una cita porque me llena el pecho de algo bonito que hace que el miedo se evapore un poco.

- Sería un buen comienzo, sí.

- ¿El sábado?

- El sábado me parece perfecto.

- Genial... te llevo a cenar a mi restaurante favorito, ¿vale? – Asiento entusiasmado y él me da un beso rápido en la mejilla antes de salir prácticamente corriendo de la tienda con un "luego hablamos".

Deduzco que sale corriendo para no estropear el momento y esa idea me hace sonreír, además me acaricio la mejilla como un imbécil porque realmente me encanta que hagamos eso al despedirnos.

Tardo un par de minutos en darme cuenta de que El retrato de Dorian Gray sigue en el mostrador y otro par de minutos después me vibra el móvil anunciando que tengo un nuevo whatsapp "mierda!! el libro!! A la tarde paso a recogerlo que tengo que hacer la comida"

***

Hoy fue, sin lugar a duda, el día más ajetreado de la semana. Es el día que más clientes tuve y me vino fatal porque era también el día en el que menos había dormido (porque estuve hablando con Raoul hasta las tantas después de salir de su casa) pero estoy por fin en la cama con ganas de descansar y emocionado porque mañana es viernes.

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