EPÍLOGO.

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Es el primer viernes de octubre así que, como los primeros viernes de cada mes desde hace un año, Agoney está recitando algunos de sus poemas y textos en la librería. A veces le acompaña Raoul con el teclado y otras Alfred con la guitarra, hoy le toca al primero que no puede dejar de sonreír mientras escucha a su novio leer.

Raoul no cree que vaya a dejar de emocionarse nunca al escucharle compartir las palabras que escribe con las alrededor de veinte personas (cada vez son más) que suelen aparecer por allí. A su vez, Agoney no cree que vaya a dejar de sentirse como se siente cada vez que oye a su novio tocar el piano o cantar. Los dos han descubierto, con el tiempo, que eso es exactamente lo que implica estar enamorados.

Otra cosa que aprendieron con el tiempo es que la vida siempre sorprende cuando te enfrentas a tus miedos. Lo aprendieron porque Raoul descubrió que sus padres le entendían más de lo que él creía y que nunca se habían sentido decepcionados con ninguna de las decisiones que había tomado, todo lo contrario más bien.

Después de atreverse por fin a hablar con ellos sobre algunas cosas descubrió que se sentían orgullosísimos de que fuera tan valiente y además adoraban a Agoney. La primera vez que el canario fue a casa de Raoul iban los dos extremadamente nerviosos pero la familia les recibió con los brazos abiertos, ganas de escucharles contar cosas sobre su vida y sonrisas sinceras. Sigue siendo así cada vez que van por allí.

También aprendieron la importancia de enfrentarse a los miedos el día que Agoney decidió empezar a compartir con el mundo las cosas que escribía y triunfó como nunca se había permitido imaginar. Al final puede que no fuera tan descabellado pensar que algún día publicará un libro, que aunque los planes no salgan como uno espera muchas veces se llega a la meta de todas formas.

Ahora viven juntos en el piso que antes Raoul compartía con Hugo puesto que éste se mudó con Alfred después de llevar el tiempo suficiente de relación como para tener claro que querían compartir (aún más) sus vidas. Hay días difíciles, días regulares y algunos días malos para todos pero los buenos ganan siempre por gran goleada.

Hace un par de años que sus libros y sus canciones favoritas hablan sobre ellos porque los escriben el uno para el otro o los dos juntos. Aunque también hablan de familia y buenos amigos, que no les faltan en absoluto. Y de lo difícil que parecen a veces algunas cosas pero lo bien que sienta luchar porque todo vaya bien.

Cuando Agoney termine de leer el quinto poema de la tarde se irán juntos a cenar, porque es la tradición. Y, aunque han visitado prácticamente todos los restaurantes de la ciudad e incluso de otras ciudades, van a ir a cenar al que Raoul asegura (y asegurará siempre) que es su favorito. A estas alturas los dos saben, a pesar de no verbalizarlo nunca, que han probado mejor sushi que el de ese restaurante pero para el catalán ese lugar siempre será especial porque presenció su primera cita.

Quizás, pero sólo quizás, ese restaurante también tenga un poco de la magia que recorre las estanterías de la librería. Porque eso es algo de lo que los dos están completamente convencidos. Saben que Aurora tenía razón en un montón de cosas pero sobre todo tenía razón sobre ellos y sobre ese sitio y su encanto especial.

Cuando Agoney termina de leer y Raoul termina de tocar el piano la gente aplaude y ellos se miran con los ojos brillantes regalándose sonrisas que dicen muchísimas cosas siempre. Se dicen que se alegran de haber conseguido ser felices juntos y de vivir con la certeza de que esa sensación caliente en el pecho causada por la emoción y el amor que sienten es algo que merecen ambos.

Raoul y Agoney empezaron su relación sabiendo que iban a poder quererse. Lo sabían por lo que habían aprendido de las veces que no supieron quererles, ni supieron querer. Y lo hicieron bien, lo hacen bien. Se quieren como hay que quererse.

Hugo y Raoul también supieron quererse durante muchísimo tiempo, y siguieron haciéndolo. Igual que Miriam y Agoney y Hugo y Alfred; e incluso con el tiempo Miriam y Raoul también se quisieron mucho, al igual que Hugo y Agoney.

Yo también estuve segura siempre de que les iría bien, antes incluso de que ellos se conocieran. Por eso esta historia es Mi libro favorito: porque va de gente que sabe quererse y merece quererse. Y me gusta mucho pensar que esto son cosas que no sólo pasan en los libros.

Fin.

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Siento esta basurilla. Estaba escrito así un poco desordenado y más bien como concepto desde que empecé a publicar el fic y el plan era redactarlo mejor y más largo pero no tengo mucho más que añadir a esta historia. 

Parece un poco mrs wonderful todo y me da algo de vergüencita pero sólo quería contar una historia bonita de cómo dos personas se conocen, se enamoran y se esfuerzan en que la cosa funcione. 

El narrador de este capítulo final se supone que soy yo misma como autora, en mi mente la idea parecía preciosa y a lo mejor ahora no me lo parece tanto pero cuando lo escribí en su día me gustaba así que ahí queda. 

Seguiré escribiendo y publicando cositas supongo porque en realidad ha sido una buenísima experiencia y ahora que me he atrevido a enseñar las cosas que escribo no quiero parar. 

De nuevo: MUCHÍSIMAS GRACIAS POR HABER LEÍDO MI HISTORIA. Os espero en las próximas.

Mi libro favoritoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora