II. Agoney

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Reconozco que cuando Miriam me propuso trabajar en la librería de su abuela la idea me pareció una locura. Porque el sitio es genial, siempre me pareció mágico y adoro los libros pero ¿cómo iba a estar yo a la altura de la gran Aurora? Pero es que mi amiga es muy convincente, además... se lo debo.

Me mudé a Madrid desde Tenerife hace casi dos años a estudiar psicología (ni si quiera yo entiendo esa decisión). Dejé la carrera a los cinco meses porque no aguantaba más pero me quedé a Miriam, mi compañera de clase y primera amiga que hice en la ciudad.

No volví a casa porque habría sido reconocer que mi plan de buscarme la vida solito fue un fracaso. Me matriculé en varios cursos de escritura creativa e incluso gané varios concursos de relatos además de trabajar en una tienda de chucherías durante seis meses.

Después de eso ya llevaba unos cuantos encerrado en casa sin encontrar gran cosa y tirándome de los pelos por lo insoportable que es Emma (mi compañera de piso), cuando Aurora enfermó gravemente hace casi dos semanas y Miriam me propuso lo de trabajar en su tienda de libros.

No pensaba aceptar pero cuando su abuela falleció Miriam me dijo: "Ago, mi tía y yo te ayudaremos con lo que sea. No podemos cerrar la librería ni dejarla en manos de cualquiera y lo sabes. Mi abu habría odiado esa idea y le habría encantado que fueras tú... eso también lo sabes." Como para decir que no.

Además, resulta que Aurora tenía clientes que no habría podido ni imaginar porque acaba de plantarse delante de mis narices un tío (Raoul, ha dicho que se llamaba) que creo que alguien ha diseñado basándose en mis sueños. Increíble. Era literalmente perfecto y además olía genial y dijo que viene el lunes.

Hostia, que yo abro el lunes. Ni si quiera asimilé aún que Aurora ya no está, que su librería mágica (me gusta llamarla así por algo que dijo ella una vez) sea mi librería mágica y ahora además está el hecho de que a este sitio viene de verdad gente que puede ponerme nervioso. Como el chiquitín rubio, con mejillas ruborizadas, sonrisa brillante y los ojos más bonitos que vi jamás.

***

Me tiré todo el fin de semana mirando las letras rojas en el calendario: "Lunes, 3 de marzo APERTURA DE LIBRERÍA" porque estaba de los nervios y seguía sin creérmelo. Pero ahora, que estoy aquí ya sentado en la silla de Aurora de detrás del mostrador intentando memorizar el plano que me he hecho sobre la distribución de los libros, siento que este es mi sitio.

Son casi las diez y media de la mañana así que llevo aquí sentado más de una hora (porque he abierto a las 9) y todavía no apareció nadie. Aunque, me atrevo a reconocer que hay una persona en especial que quiero que aparezca por la puerta. No sólo porque me parezca precioso y tenga ganas de verle sonreír otra vez, es que encontré una papel con su nombre (es Raoul, con o) y una lista de libros.

Ay madre, está entrando por al puerta ahora mismo. Voy a respirar hondo, actuar como una persona normal y un profesional que saluda amablemente a su primer cliente. Ya está.

- ¡Hola! ¡A ti te quería ver yo! – Genial, acabo de ser súper sutil. No me puedo creer la sonrisa que acaba de regalarme. Juraría que se ha puesto hasta nervioso porque se ha ruborizado un poco y se está colocando el pelo mientras me mira sin decir nada. – Es que ejem... he encontrado un papel con tu nombre, creo. Eras Raoul, ¿verdad? Es... una lista de libros así que ejem... imagino que Aurora tenía unos cuántos apuntados para recomendarte o quizás son libros que ya leíste, no sé. En la parte de atrás pone Nerea, no sé si es otra clienta o si tiene algo que ver contigo.

Se le ilumina la cara a medida que voy hablando y quiero callarme y dejarle hablar pero no puedo controlar la diarrea verbal ni el carraspeo de mi garganta al ponerme nervioso. Me está poniendo muy nervioso porque acabo de darme cuenta de que es muy expresivo y cada nueva expresión que descifro en su cara me da más ganas de comérmelo a besos. Ni si quiera lo conozco. Qué me está pasando.

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