V. Raoul

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En mi vida he cantado bastante delante de otras personas: siempre doy un mini concierto a mi familia en Noche Buena, en el instituto solía cantarle a Hugo y al resto del grupo de amigos cuando hacíamos botellón, llevo dos meses cantando los domingos por la mañana en el metro de vez en cuando e incluso actué varias veces en un bar de mi pueblo el año pasado antes de venirme a Madrid.

Pero nunca nadie me había mirado como me mira Agoney mientras canto, nadie me había escuchado así. Lo curioso es que no me incomoda en absoluto, ni si quiera es que me ponga nervioso porque resulta hasta familiar, pero siento que me va a reventar el pecho en cualquier momento.

He terminado de cantar Take Me To Church y estoy dispuesto a cantarle más canciones, estoy dispuesto a tirarme toda la noche cantando canciones para él pero cuando susurro "¿te canto otra?" no dice nada.

Está callado, sentado en mi cama, con su mirada brillante fija en mí mientras juega con sus dedos y está más guapo que nunca (y mira que es difícil). Sé que estoy rojo a causa del vino, de la intensidad de sus ojos en mí y del calor que me da el pensar en las ganas que tengo de lanzarme a sus brazos ahora mismo.

Me sale un fuerte suspiro porque no sé si voy a poder aguantarme mucho más en esta posición, y quiero acortar la distancia que hay entre el piano y la cama pero a la vez quiero que responda a mi pregunta. Parece salir de un sueño porque sacude la cabeza de repente.

- Ay ejem... me encantaría Raoul... pero... - está hablando más bajito que nunca, necesito esforzarme para poder oírle – es que tengo que irme al metro.

No quiero que se vaya, entiendo que tenga que hacerlo y que sería demasiado raro pedirle que se quede a dormir, porque sólo nos conocemos de tres días pero no puedo evitar levantarme y acercarme a él.

- Bueno... no tienes por qué irte eh... o sea, puedes quedarte a dormir aquí... puedes... no sé... quedarte en mi cama y yo duermo en el sofá.

La idea de tenerle metido en mi cama me ataca de tal manera que ni si quiera creo que haya vocalizado una sola palabra. Él se levanta de la cama y se coloca de pie delante de mí, a varios pasos de distancia.

- Jo, estaría bien... me... me quedaría encantado aquí contigo toda la noche... ejem... escuchándote cantar y eso pero... es que mañana tendría que ducharme, cambiarme de ropa, madrugar para abrir la tienda... es... ejem es mejor que me vaya a casa pero... a la próxima... ¿vale?

Creo que él también está nervioso porque se le marca muchísimo más el acento, carraspea bastante y ha agachado la mirada. Asiento, porque entiendo que necesite irse a casa y no sé cómo ha pasado pero estamos muy cerca el uno del otro en mitad de mi habitación y quiero besarle. Tengo muchas ganas de besarle.

- Bueno pues... te acompaño a la puerta. – Me separo de él mientras digo eso, aunque sea lo último que quiero y abro la puerta de mi habitación para salir. Le oigo suspirar detrás de mí y seguirme por el pasillo.

Recoge su abrigo de encima del sofá cuando pasamos por el salón y nos quedamos de nuevo de pie, bastante cerca el uno del otro, al lado de la puerta de salida.

- ¿Nos vemos mañana? – Lo pregunta tímidamente y aunque los jueves no tengo clase y ni si quiera tenía planeado salir de casa sería imposible decirle que no.

- Claro, mañana no tengo clase pero necesito un libro nuevo así que pasaré a verte. Antes... yo... Algunos jueves por la mañana bajaba a charlar con Aurora y solía llevarle un café de la cafetería de la esquina... ¿te gustaría?

- ¡Hala! Me encantaría, yo no tomo café pero un té estaría bien. – Lo dice con una sonrisa enorme que, evidentemente, me contagia.

- Perfecto, pues mañana a media mañana pasaré por ahí con el té más rico que tengan.

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