III. Raoul

1.4K 150 88
                                    


El día ha ido como el triple mejor de lo normal sólo por el rato que he pasado a la mañana en la librería, con Agoney. Increíble porque le acabo de conocer pero me ha puesto contentísimo. Además, no dejo de pensar que Aurora se merece que alguien así ocupe su lugar y me alegra saber que se conocían.

Después de haber pasado la mañana con él he llegado a mis clases de piano mucho más animado que nunca y me he atrevido a decirle a Belén, una chica que he visto varias veces tocar antes que yo, que me parece una artista increíble. Supongo que así es como uno hace amigos nuevos.

He ido y vuelto en el metro leyendo el libro que me ha recomendado Agoney durante los casi 30 minutos que tengo en cada trayecto. Voy por la mitad del libro ya y me está encantando y tengo muchísimas ganas de decírselo, mañana por la mañana voy a ir sólo para eso y para enseñarle mi canción.

Ahora estoy llegando a casa y he decidido hablar con Hugo al llegar, porque es mi mejor amigo y creo que los dos necesitamos contarnos cosas y quiero hablar con alguien sobre Agoney. No sé por qué, pero quiero hacerlo.

Antes, cuando Aurora vivía, siempre que volvía de clase me asomaba a la puerta de cristal la saludaba con la mano y ella me sonreía desde su silla. Ahora miro con cuidado por saber si él haría lo mismo, y porque quiero volver a ver su sonrisa, pero está concentrado mirando unos papeles que tiene extendidos sobre la mesa y no nota mi presencia en la puerta. Me parece una persona increíble en muchos aspectos y sólo he pasado poco más de media hora con él.

***

Estoy entrando por la puerta del piso y oigo una risa mezclada con la de Hugo que no consigo ubicar. Hay un chico con él y me parece curioso a medida que me acerco hacia la cocina (que es de donde proceden las risas) porque mi amigo nunca ha traído nadie a casa, pero cuando los veo la cosa es todavía más extraña.

Hugo no deja casi ni que entre por la puerta, estoy a un paso de entrar y ya ha gritado mi nombre con excesiva efusividad. Está nervioso, llevamos siendo amigos toda la vida y nunca le había visto así de nervioso. Ese hecho, la enorme sonrisa que tiene en la cara y la forma que tiene de levantarse emocionado para presentarme a su amigo son las pistas que necesito para tener dos cosas claras: acaban de follar y este chico le gusta.

- ¡Raoul! Que alegría que ya estés en casa, tenía muchas ganas de que os conocierais y Alfred justo se iba ya. Claro, por cierto, este es Alfred. Trabaja en el bar... como músico... es músico ¡como tú! – Está hablando rapidísimo y el chico que tiene al lado no deja de sonreír. Me parece adorable porque tiene el pelo rizado y lleva una bandana.

Me tiende la mano con una sonrisa que le achina los ojos mientras mi amigo suelta un discurso sobre lo curioso que es que los tres seamos catalanes y la de cosas en común que tenemos.

De repente, mirando el brillo en sus ojos y lo mucho que está esforzándose en que nos llevemos bien, lo entiendo. Era esto lo que le pasaba, que le gusta alguien de verdad después de años. No sabía cómo contármelo porque a Hugo y a mí no se nos da demasiado bien hablar sobre sentimientos serios.

- Bueno, yo tengo que irme pero encantado de conocerte Raoul. Hugo me había hablado mucho de ti así que estoy deseando charlar más contigo el miércoles. – Me sonríe muy fuerte cuando dice esto, y no sé qué es lo del miércoles pero asiento y le devuelvo la sonrisa porque si hace que Hugo se ponga así de tonto ya me cae bien.

Alfred le da un beso en la mejilla a mi amigo y se va dejándole totalmente ensimismado y esto me hace reír demasiado fuerte.

- No te rías, imbécil.

Mi libro favoritoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora