Roman

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-¿Y después de eso que? -unos grandes orbes verdes la miraron fijamente- ¿Huiste de ahí?

-No, afortunadamente no. -sonreí recordando los hechos.

-¿Afortunadamente? Tu villa estaba destruida.

-Verás Ainia, aveces no hay mal por bien que no venga.

Miedo. Incredulidad. Confusión. Esas fueron las emociones que rondaron por mi mente ante la escena desastrosa que tenía ante mis ojos. Me acerqué a un vendedor y tome su fría mano, respiraba con dificultad. Podría haber sido tan solo una niña, pero en un mundo como Remnant, sabes que hay batallas que no se podrán ganar.

-Señor que... ¿qué paso? ¿Dónde están todos?

-Niña Neo... -tosió, una tos seca- la ciudad fue atacada, llegaron naves de Mistral y... se llevaron a los sobrevivientes...

-¡¿Mis padres están bien?! -pregunté asustada.

Una de las ventajas de ser un pueblo pequeño, es que todos nos conocíamos entre todos.

-Lo siento... -volvió a toser, esta vez con sangre- ellos no lo lograron. Lo lamento.

Solamente bastó eso para que el mundo se detuviera, me abracé el estómago y las lágrimas empezaron a caer, esto no podía ser real, hace solo unas horas todo estaba bien, y ahora...

Dios santo, sus padres estaban muertos, su hermano que ni siquiera había podido nacer estaba muerto. ¿Qué se suponía que haría ahora?

-Neo, tienes que correr hasta llegar a Mistral, sabes el camino... -susurró casi inaudiblemente- este ya no es un lugar seguro.

-Pero...

-¡Promételo!

-Lo... prometo... -en realidad, no lo decía de verdad, pero lo menos que podía hacer era permitir que ese hombre se vaya en paz.

Me dedicó una sonrisa pequeña antes de cerrar los ojos, lloré con fuerza mientras sentía mis piernas temblar, no sabía que hacer, tenía tan solo cinco años, ¿cómo llegaría a Mistral yo sola? Podría ir a buscar a Summer Rose, aunque para este punto ella ya debería estar lejos. La cabeza me daba vueltas y no podía parar mis lágrimas, todo lo que siempre conocí había desaparecido. Mi hogar. Mis padres. Mi hermano. Mis amigos. Todo. Todo se había esfumado en un abrir y cerrar de ojos.

Me senté bajo el techo de una casa destruida, no podía concentrarme en buscar una solución, el pecho me empezaba a doler debido a mi respiración agitada, y la cabeza aún daba vueltas, para rematar, había empezado a llover. ¿Por qué pasaba esto? ¿Por qué no estuve aquí cuando todo paso? ¿Por qué era tan débil y lloraba en vez de hacer algo?

Y de pronto sentí que una mano se posaba en mi cabeza, alcé los ojos aún llorosos. Esperando en el fondo, que fuera mi padre o mi madre, y me abrazara y dijera que todo estaría bien. Pero no, desgraciadamente no fue así.

-¿Estás bien, niña? -era la voz de un hombre, un hombre mayor.

Y esa fue la primera vez que lo vi, cabello naranja y ojos verde oscuro, con un bastón a su lado, su pañuelo y abrigo blanco con el resto de su ropa negra. Ahí fue cuando conocí a la persona más querida para mí, Roman Torchwick.

En ese momento olvidé que era un desconocido, olvidé lo que me habían enseñado, ya ni siquiera podía pensar. Solo quería que toda esta pesadilla acabara.

-No lo estoy...

-¿Dónde están tus padres?

No respondí, esperando que el silencio dijera más que mil palabras. Aparentemente, el entendió.

Neopolitane, la historia de una criminalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora