Cinder Fall

159 16 15
                                    

Ainia me miró extrañada.

-Pero... hablas conmigo con naturalidad...

-Ainia, que no haya hablado casi nada últimamente no significa que no me acuerde las palabras.

-Pero no deberías poder... almenos que... confiaras en mí...

-No tengo muy claro si confío en ti, es solo que, quizás me veo reflejada en ti.

-¿Por qué?

-Porque ambas conocemos el dolor de la perdida.

Era el mes de Octubre, casi finalizando este, tenía diecisiete años

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Era el mes de Octubre, casi finalizando este, tenía diecisiete años. Me encontraba preparando té en la cocina mientras escribía una carta para Menthe, no habíamos salido a ningún asalto en el último mes ya que Roman no encontraba algo que valiera la pena, al menos eso era lo que me decía.

"En fin, las cosas aquí han estado un poco calmadas, Roman no encuentra nada que merezca la pena de nuestro tiempo, dice que necesita acción, algo diferente, ¡algo que sea trascendental! Eso es lo que dice pero... no se la verdad, esta diferente desde el día en que... bueno, desde el día en que te fuiste, y yo también me siento extraña, no se que nos esta pasando.

Para ser honesta, no tengo un buen presentimiento, quisiera que estuvieras aquí para aconsejarme.

Aun así, espero que surja algo pronto porque el aburrimiento me está matando.

Nunca olvides que te quiero y que siempre te recuerdo.

~Neo"

Doblé la carta cuidadosamente, estaba a punto de subir cuando escuché el timbre de la puerta. Inmediatamente tomé mi paraguas y salí de la cocina. Roman estaba en la sala y me miró extrañado, no esperábamos visitas, normalmente la gente que venía a vernos solía avisarnos. Con algo de preocupación en su mirada, me hizo una señal para que me escondiera, obedecí y me escondí detrás de la pared cambiando mi físico y mi ropa para que se camuflaran con esta, acomodándome de manera que el paraguas luciera recargado en la pared.

Roman abrió la puerta, dos chicas y un chico estaban en la entrada. La primera chica tenía el cabello verde corto, excepto por dos largos mechones de atrás que le llegaban a la cintura, ojos rojos y piel chocolatada. Vestía un top blanco y verde que se le cruzaba por el cuello, sus pantalones eran café claro y le llegaban a las rodillas, sus tacones bajos del mismo color pero más oscuras. Tenía una especie de pistolas cruzadas en la parte baja de la espalda.

El chico tenía un cabello relativamente largo gris plateado, desordenado. Sus ojos eran grises y, a diferencia de la chica su piel era blanca pálido, su traje era índigo, negro y plateado. Tenía unas hombreras plateadas y unos guantes negros que no cubrían los dedos, su camiseta era negra con el centro índigo, los pantalones de igual manera eran negros y sus zapatos para nada deportivos del mismo color. No traía ningún arma, lo más probable era que peleara cuerpo a cuerpo, algo que podía inferir por su postura.

Neopolitane, la historia de una criminalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora