Fear

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-¿Y ahí fue cuando...? -los ojos de Ainia se llenaron de lágrimas.

-Lamento que las cosas hayan resultado tan mal, Ainia.

-No fue tu culpa, tú no acabaste con su vida.

-Pero de alguna manera, ayudé a hacerlo.

-No -tomé la mano de Roman con fuerza impidiendo que se vaya

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-No -tomé la mano de Roman con fuerza impidiendo que se vaya. Mercury y Emerald estaban afuera entrenando y Cinder estaba en la nave esperando a Roman, por lo que yo estaba a solas con él.

-Vamos Neo, he ido miles de veces a hacer un robo solo antes de conocerte.

-No vas solo, vas con esos agentes raros que contrataste del dueño de ese bar de mala muerte -fruncí el ceño disconforme-. No confío en Junior y sus hombres y no harás que lo haga.

¿Situación? Roman se iba a robar una tienda de polvo de noche con unos agentes raros con Cinder y sin llevarme, pero yo me negaba rotundamente.

-No entiendo porque no me puedes llevar -inflé los cachetes molesta.

-Neo, cielo, ya hemos hablado esto millones de veces. —me revolvió el cabello—. Cinder dejó muy en claro "no atraer la atención", si vamos los dos sería sospechoso y no queremos la mira sobre nosotros ¿verdad?

Negué asustada pensando en las infinitas posibilidades de que algo saliera mal y le pasara algo a mi papá.

-Oye, voy a estar bien —me sonrió con seguridad.

Lo miré y aflojé un poco mi agarre, el sonrió aún más.

-Mientras te tenga a ti, siempre volveré Neo. No te dejaría jamás, ni siquiera dejaría que la muerte nos separe. No dejaría que tú me dejes.

Suspiré asustada, hoy me había despertado con un raro presentimiento, uno de los malos, lo había tenido de manera leve hace un tiempo pero dejé de darle importancia, solo que ahora que se había incrementado ya no podía ignorarlo.

-¿Lo prometes? -susurré apretando la mano de mi papá.

El entrelazó nuestros meñiques, gesto que no hacíamos hace tiempo.

-Lo prometo.

Resignada, solté su mano y el salió por la puerta, me acosté en el sillón y empecé a diseñar un traje para tranquilizarme mientras esperaba a que Roman y Cinder volvieran de su asalto. En algún momento Mercury y Emerald volvieron de entrenar y empezamos a jugar uno, después de una media hora jugando, el marcador iba así, Emerald uno, Mercury tres y yo uno, en esta partida Mercury iba con la ventaja, ya que solo le quedaban dos cartas, a mi me quedaban cinco y a Emerald seis.

Neopolitane, la historia de una criminalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora