VII.

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Un brillante destello blanco lo cegó al instante en el que buscó abrir los ojos.

Parpadeó con dificultad varias veces, intentando enfocar en la imagen que tenía enfrente.

No había nada, completamente nada. Simplemente un vacío blanco.

Techo blanco, paredes blancas, suelo blanco.

Una vista muy extraña para Shouto, quien no tardó en comprender que su mente era la culpable de dicha ilusión.

Estaba soñando.

Caminó con intriga en cada paso. Lamentablemente, no era de ese tipo de personas que tuviera sueños deslumbrantes en los que sus mayores anhelos se cumplían como por arte de magia, volviéndose realidad.

Él era mas de los que, cada vez que soñaba, una pesadilla de mal gusto lo atormentaba.

Era su sueño reparador por un demonio, ¿Por qué el universo conspiraba contra él?

Pero no tenía más por hacer que resignarse, después de todo los sueños no tienen un interruptor de pausa, y mucho menos de apagado.

–¡Todoroki-kun!–.

Dio un respingo al escuchar ser llamado repentinamente. Indagó con la mirada hacia donde suponía que el llamado provenía.

Sin embargo, no había nada.

–¡Todoroki-kun!–.

Esa voz, de nuevo lo llamó.

–¡Todoroki-kun!–.

La tercera vez pudo comprender con exactitud el mensaje, y aún más importante, el propietario de la voz.

–¡Midoriya!– Exclamó a todo pulmón esperando respuesta, una guía o una pequeña señal de su ubicación. Porque espacio blanco era lo único que percibía con la vista.

–¡Todoroki-kun!– Los gritos de hacían cada vez más fuertes, la voz de pecoso se oía desgastada. Sollozos comenzaron a oírse también, llenando a Shouto de desespero.

Preferiría un millón de veces antes tener una pesadilla sádica y sangrienta donde el suicidio comienza a ser buena idea, a tener que soñar con el sufrimiento de Izuku.

–¡No veo nada! ¿Dónde estás?– Inquirió revisando de nueva cuanta aquel espacio que parecía ser infinitamente blanco y liso.

–Aquí– Sintió un cálido aliento chocar en el cuello, los cabellos de la nuca de le erizaron y los músculos se le tensaron, girado sobre sus talones para encarar al fin al pequeño pecoso.

¿Cómo había llegado ahí tan de repente? ¿Había sabía salido de la nada quizás?

Porque aquel abismo blanco no mostraba tener una entrada o salida en ninguna lugar.

Valla locura de sueño.

–¡¿De dónde saliste?!– Sobresaltado se llevó la mano al cuello, justo donde el soplido de Izuku le había tocado.

Era un sueño extraño, por supuesto, pero eso no significaba que la cercanía del verdoso lo molestase.

Al contrario la añoraba, y demasiado.

–Quien sabe– Contestó Midoriya desinteresado, restándole total importancia –Todoroki-kun...¿En verdad tu crees eso?–.

El repentino cambio de tema desoriento al bicolor. Junto con el hecho de que no entendía de que rayos le hablaba el menor.

–¿A qué te refieres?– Cuestionó mientras se perdía en los grandes ojos de Izuku, percatándose de que el común brillo de alegría que tenían hacía falta, y de que mostraban angustia y desilusión si los observaba con detalle.

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