El sol ya se estaba poniendo. Eran las cinco de la mañana cuando se levantó de la cama y empezó a ponerse la ropa para irse. Tenía que volver.
Ninguno de los ojos dijo nada hasta en el momento de separarnos en las escaleras de la entrada de mi casa.
—Te escribiré —dije— En este papel está escrito mi dirección. Por favor, Yoongi, respóndeme, ¿sí?
Él asintió.
Agarró mis manos y beso cada uno de mis dedos. Lo atraje hacia mí. Quería encapsular cada momento que habíamos pasado y atesorarlo en mi corazón. Rayos, no quería que se fuera.
—Volveré —aseguró— Será sólo un tiempo, ya verás.
Sonreí apenado intentando consolarme. Pero las malditas lágrimas comenzaron a salir.
—Jimin... —susurró limpiándome las lágrimas. Volvió a abrazarme y luego con su nariz, acarició la mía.
—Por favor, vuelve sano y a salvo, ya sabes donde vivo, sabes dónde está la cafetería y... —enlisté las cosas para que no se le olvidara cada detalle. Él sólo asentía y secaba las lágrimas que seguían cayendo sin dificultad alguna de mis mejillas. Se me estaba partiendo el corazón.
—No te olvidaré —dijo alzando el papel doblado en donde tenía mi dirección y lo guardó en uno de los bolsillos de su chaqueta— Lo juro, es una promesa.
—Yo también lo juro —dije—. Te recordaré siempre, en todo momento.
Nos volvimos a abrazar y acaricié su cuello. Me besó como si nunca más lo volviéramos a hacer. La noche había terminado tan rápida que Cenicienta tenía que volver a su verdadera vida otra vez.
No quería, no quería que se fuera.
—¡Cuídate! —le grité agitando una de mis manos. Cuando cruzó por la pista me tapé la boca para evitar sollozar.
—¡Volveré! —exclamó— ¡Recuérdalo, Jimin! ¡Recuérdalo! ¡Recuerda que te amo!
La manga de mi chompa de lana ya estaba muy empapada. Las lágrimas no dejaban de salir y sentía que mi corazón estaba siendo separado de mi cuerpo.
Era un dolor inmenso.
Al año del que se fue Yoongi, ocurrieron muchos cambios tanto en la ciudad como en el país. El querido presidente Kennedy falleció, y aquello desató muchos problemas políticos y económicos a Estados Unidos.
Escuché que hubieron guerras alrededor del mundo.
Se me partía el alma.
Hubieron disputas sociales; sobre lo que deberían hacer con respecto a la enorme lista de heridos y desaparecidos que dejaron la distintas guerras. Así como también analizaron el porqué deberían seguir ocurriendo dichas peleas en plenos años sesenta.
Y es que, sí, no debían suceder.
La piel se me erizaba cada vez que escuchaba por la radio o incluso al leer en los periódicos noticias sobre la guerra de Vietnam.
No me había olvidado de Yoongi en ningún momento.
Leí que alrededor de cincuenta y ocho mil estadounidenses fallecieron durante toda la guerra.
Y tiempo después averigüe sobre cómo Vietnam se dividió en zona Norte y Sur y el por qué, específicamente, nuestro país se involucró para apoyar a la segunda parte ya mencionada.
Yoongi me había mentido. Ellos se enfrentaban contra una guerrilla local y Vietnam del Norte, respaldados por la Unión Soviética y China. Sí fue una guerra. Ellos peleaban para impedir la re-unificación de Vietnam bajo un gobierno socialista o comunista.
Y con respecto a la cifra de fallecidos, se decía que fueron un total entre 3,8 y 5,7 millones de personas.
Estaba aterrado.
Mi tía me calmaba cada vez que lloraba. Yo sólo le decía "me pongo triste por la muerte del presidente" y ella me creía. No le había contado nada sobre aquella noche con Yoongi, ni mucho menos que lo había hecho pasar a la casa.
Si se enteraba sobre las cosas que hicimos, me castigaba y le contaba a mi madre.
Ser homosexual en esos tiempos era pecado. Y aún más si eras católico.
Así que lo guardé como un secreto.
Una noche, antes de irme a dormir, decidí remodelar un poco mi habitación. Quería sacar algunos pósters, fotos y cambiar las sábanas.
Agarré uno de los peluches y vi que algo había caído al suelo cuando levanté a mi osito Floppy de la cama.
—Oh, Dios —exclamé al ver que era la estampa de Yoongi en mis manos. Allí estaba él. Con un semblante serio, bien parado y sacando el pecho. Me reí al ver cómo era su curiosa firma de civil. Era tan de él.
Avergonzado y entre lágrimas, besé su fotografía y luego de contemplarla, la guardé en uno de los cajones de mi tocador para que nadie más la descubriera. Era mi preciado tesoro.
El tiempo pasó, y Yoongi no me escribía.
Recuerdo que llegaba a casa luego de ir a la escuela o incluso de Misa y pasaba por el correo muy emocionado. Pero no había nada.
Lastimosamente yo no podía escribirle ya que no sabía cuál era su ubicación.
Lloraba de vez en cuándo por él.
Con el pasar de los meses, en la ciudad, un grupo pequeño de oficiales venían a tocar las puertas de ciertas casas para anunciar la muerte de sus familiares fallecidos.
Yo tenía miedo de que vinieran a la mía.
Pero luego recordé que no tendrían la necesidad de venir a avisarme, si es que de la muerte de Yoongi se trataba. Ya que... no estábamos casados o algo por el estilo.
Siempre antes de ir a dormir o levantarme, le pedía a Dios de rodillas que él siguiera con vida. Aún si estaba en China, Rusia, Alemania o incluso hasta en el Polo Norte defendiendo al país., quería que estuviera siquiera sano y vivo.
Hubieron unos duros meses en los que no dejaba de mirar su estampa.
Después comencé a hacer ejercicio. Mi cuerpo se volvió más saludable y empecé a componer nuevas canciones. Sobre el mundo, sobre las tragedias, las penas, desastres y alegrías.
Y claro, de Minnie también.
Pero éstas ultimas me las guardaba para mí.
Sin darme cuenta, habían pasado ya dos años desde la última vez que lo había visto cruzando la pista para irse a la guerra.Oh, mi querido Minnie.
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La última apuesta 💵 Yoonmin
Fanfiction1963: un grupo de jóvenes marines de las Fuerzas Armadas hacen una curiosa apuesta en su única noche en una ciudad de paso en Estados Unidos, San Francisco. El trato consistía en llegar a conseguir salir con un chico... Pero claro, no uno cualquier...