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¡Amor mío! Tú eres mi inefable violeta.
No, no por tu nombre, sino por esa mirada intensa,
esa aura cristalina que colma de paz perpetua
y por aquella luz del halo tuyo que me atraviesa.

¡Oh, violeta mía! De dicha libre y tristeza enjaulada,
florece en este baldío de mi corazón inquieto,
alivia mis penas con un roce insolente y duradero,
y tal vez, solo tal vez concédeme un te amo sincero.

Solo hasta entonces querida violeta
con cada pétalo tuyo abrázame y escóndeme;
de la noche y sus ecos,
del frío del invierno y sus recuerdos.
Escóndeme que soy un fugitivo, un ser errante
y seré un simple soto para cuidarte y atesorarte.

Y tal vez a lado tuyo mi anhelada violeta,
tendré la quietud que tus labios suspiran
porque haré mía tu preciada boca,
porque seré tuya aun si mis demonios no me olvidan.  

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