VIII

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Eres ansioso huracán, revoltijo de mis pasiones,
de sutil mirada que alberga perversas proposiciones.
Sádica es mi persona que juega aun sabiendo que se perderá;
pero amar no es ganar,
no en esta vida y no contigo.

Me envicio en ti y en tu tiempo.
Dichosa utopía, ilusión del perfeccionamiento.
Y yo tan obsesionada e ignorante,
solo me alcanza nimias palabras para adorarte.

Pero aquel cincel endiosado que labró tu fondo y forma;
fue el que talló aquel tacto y alma mía para no hacerte deshonra.
Soy una experta ingenua que en tu cuerpo sació su vida,
soy aquella persona que de ti, no será redimida.

Recordar los espasmos de tu cuerpo que en tu voz recobraban vida,
apetitosos ecos de súbito desespero que lubrican mi ego en desmedida,
las oleadas de tus océanos que me nublaban la cordura;
solo memorias del sentir un amor sin ataduras.

Pero evocar el tembloroso artilugio del gusto mío,
que deambulaba en las curvas de tus labios
y se mostraba venturoso al probar tu delicioso y lúgubre vacío;
es una fausta y fatal remembranza de que infortunadamente eres lo que más ansío.

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