FAMILIA

2.8K 300 80
                                        


Otra semana pasó, y no estaban cerca de quitar la ley de apareamiento de vampiros. Aunque, Jimin no tenía mucho tiempo para preocuparse por eso en las tardes. Taehyung lo mantenía profundamente ocupado en varias deliciosas y traviesas maneras. El príncipe le había abierto los ojos a un mundo entero de placeres, pacientemente le mostró todo lo que su cuerpo podía hacer, y estaba lentamente construyendo su confianza de un orgasmo a la vez.

Aunque seguía peleando con la vergüenza en ocasiones —especialmente cuando Taehyung lo había introducido en las delicias de los juguetes eróticos que él había diseñado pero nunca usado— eso no duró mucho. Cada mirada latente de su amante, cada toque familiar, y cada vez que escuchaba a Taehyung gemir su nombre durante sus sesiones de hacer el amor, eran estimulantes. Anhelaba eso, fantaseaba con el tiempo que pasaban juntos y admitía abiertamente que era adicto a todas las cosas de Taehyung.

Durante el día, cuando los perjudiciales rayos de sol los obligaban a separarse, las dudas y las reservas se deslizaban más hacia adentro. Con solo once días quedando para el cumpleaños número cien de Taehyung, lucía cada vez más como un final que les rompería el corazón.

Jimin admiraba y respetaba a su pareja y, por esa razón, ni siquiera podía concebir en pedirle a Taehyung que renunciara a su lugar de rey. Sería un espectacular líder, honrando a su línea de sangre, y su gente lo necesitaba. La parte egoísta de él quería rogarle a Taehyung que se hiciera a un lado, que le dejara la corona a alguien más, y que se quedara a su lado. Aunque, pedir ese tipo de cosa era como si Taehyung le pidiera que renunciara a su compañero.

La grandeza requería de sacrificios, o algún tipo de basura. Taehyung estaba indudablemente destinado a la grandeza, había sido preparado para ello desde que nació. Y Jimin no era nadie. ¿Qué derecho tenía para poder alterar el destino del vampiro?

Un chillido alto lo sacó de sus deprimentes pensamientos. Yoongi estaba de pie, siseando y gruñéndole a Jungkook mientras que movía de lado a lado un papel arrugado en su rostro.

—¡¿Qué demonios están haciendo?! —Hizo un gesto hacia sus pantalones, aferrándose obviamente a donde la bebida había sido derramada.

—¡Amigo! —Jungkook alzó las manos en señal de rendirse, y se alejó—. Lo siento, fue un accidente.

—Como sea. —Yoongi aventó su taza de papel al bote de basura con más fuerza de la necesaria. Tomando su chamarra de la parte de atrás de su silla, la colgó sobre su hombro y caminó atravesando la oficina.

—Me voy a casa.

—Apenas son las tres de la tarde —Jimin intervino.

Yoongi miró sobre su hombro y se burló. —Pregúntame si me importa. —Entonces dejó el edificio sin ni una mirada hacia atrás.

—¿Qué demonio se le ha metido?

Jungkook sacudió la cabeza, continuaba mirando hacia la puerta principal. —No lo sé —contestó tranquilamente—. Ha estado actuando extraño toda la semana. Cualquier cosa pequeña lo hace enojar. Un momento está bien, y al siguiente está actuando como un loco de atar.

No sonaba para nada como Yoongi. Siempre había sido sarcástico y obstinado, pero nunca negativo o de una manera violenta. Solo había pasado varias veces en quince años que Jimin había sido testigo de cuando perdía el temperamento. El cambio abrupto en su amigo le preocupaba.

—No he estado mucho por acá últimamente. —Jimin movió hacía un lado su cabeza y suspiró—. Lo siento.

—No vayas por ahí —Jungkook le advirtió—. Estamos felices por ti, Chim. Admito que tenía mis reservas al principio pero Taehyung es un buen chico. Tú mereces ser feliz. No unirte a la lluvia de la compasión, y cualquier cosa que suceda con Yoongi no es por tu culpa.

DISEÑOS -VMIN-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora