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Pasaban de las diez cuanto terminé, y experimentaba la sensación de haber
estado bajo el agua durante las últimas cuatro horas. Aun así, me pareció
una pena volver a casa sin investigar algunos nombres de mi lista, de
manera que pasé despacio ante dos de las direcciones más alejadas que me
venían más o menos de paso. El primer coche estaba aparcado justo delante
de la casa. Su maletero estaba impoluto, y pasé de largo.
El segundo coche estaba bajo un aparcamiento techado, oculto por las
sombras, y no pude ver el maletero. Avancé a paso de tortuga y me asomé
al camino de entrada como si me hubiera perdido y sólo quisiera dar la
vuelta. Había algo en el maletero, pero cuando mis luces lo enfocaron, se
movió, y el gato más veloz que había visto en mi vida salió huyendo hacia
la noche. Di la vuelta y me dirigí a casa.
Pasaban de las once cuando aparqué delante de mi casa. La luz situada
sobre la puerta principal estaba encendida; bajé del coche y me paré fuera
del pequeño círculo de luz que arrojaba. La lluvia había parado por fin,
pero un banco de nubes bajas oscuras ocupaba todavía el cielo, y me
recordó la noche de hacía casi dos semanas, cuando me habían visto, y un
eco de inquietud resonó en mi interior. Miré las nubes, pero no parecían
intimidadas.
Te hemos mojado
, se mofaron,
y ahí estás como un imbécil
mientras todo tu cuerpo se arruga.
Era verdad. Cerré el coche con llave y entré.
La casa se hallaba en un silencio relativo, puesto que al día siguiente
había clase. Cody y Astor estaban dormidos, y el último telediario
murmuraba en voz baja desde la televisión. Rita dormitaba en el sofá con
Lily Anne arrebujada en su regazo y no se despertó cuando entré, pero la
pequeña me miró con ojos brillantes y muy despiertos.
—
Da
—dijo—.
¡Da da da!
Me reconoció enseguida, una chica inteligente. Percibí que algunas
nubes interiores se alejaban cuando miré su carita feliz.
—Lily, cariño —contesté, con toda la solemne seriedad exigida para la
ocasión, y ella contestó.
—¡Oh! —dijo Rita, al tiempo que despertaba sobresaltada y me miraba
parpadeando—. Dexter... ¿Has vuelto? Yo no... Quiero decir, has llegado
muy tarde. Otra vez.
—Lo siento —dije—. Cosas del trabajo.
Me miró durante un largo momento, sin hacer otra cosa que parpadear, y