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Estaba cenando aquella noche, cuando mi móvil se puso a sonar. Era la
noche de las sobras, lo cual no era negativo en casa, puesto que me
permitía picotear dos o tres guisos de Rita de una sentada, y contemplé el
teléfono durante varios segundos y pensé con mucha concentración en el
último pedazo de Pollo Tropical de Rita que estaba esperando en el plato,
hasta que por fin descolgué el teléfono y contesté.
—Soy yo —dijo Deborah—. Necesito un favor.
—Pues claro —contesté, y miré a Cody cuando se sirvió una buena
ración de fideos thai de la bandeja—. ¿Ha de ser ahora mismo?
Debs emitió un sonido a medio camino entre un siseo y un gruñido.
—Ay. Sí, ahora. ¿Puedes recoger a Nicholas en la guardería?
Su hijo, Nicholas, estaba matriculado en una guardería Montessori de los
Gables, aunque yo estaba bastante seguro de que era demasiado pequeño
para contar abalorios. Me había estado preguntando si debería hacer lo
mismo con Lily Anne, pero Rita había rechazado la idea. Dijo que era tirar
el dinero, hasta que un niño tenía dos o tres años.
Para Deborah, sin embargo, nada era demasiado bueno para su niño, de
modo que apoquinaba alegremente la considerable tarifa del colegio. Y
nunca había llegado tarde a recogerlo, por intensa que fuera la presión de
su carga de trabajo, pero eran casi las siete, y Nicholas estaba esperando
todavía a mamá. No cabía duda de que algo raro estaba pasando, y su voz
sonaba agarrotada, no airada y tensa como antes, pero tampoco era normal.
—Mmm..., claro, creo que puedo ir a recogerle —dije—. ¿Qué te pasa?
Emitió de nuevo el siseo-gruñido.
—Ay. Maldita sea —dijo, con una especie de murmullo ronco, antes de
adoptar una voz más normal—. Estoy en el hospital.
—¿Qué? ¿Por qué?, ¿qué ha pasado?
Tuve una alarmante visión de la última vez que la había visto en un
hospital, un desplazamiento a urgencias que se había prolongado varios
días, mientras estaba al borde de la muerte debido a una puñalada.
—Poca cosa —dijo, y había tensión en su voz, además de fatiga—. Sólo
el brazo roto. Sólo... Estaré aquí un rato, y no llegaré a tiempo de recoger a
Nicholas.
—¿Cómo te has roto el brazo?
—Martillo. He de dejarte. ¿Puedes recogerle, Dex, por favor?
—¿Un martillo? Por el amor de Dios, Debs, ¿qué...?
—Dexter, he de dejarte. ¿Puedes recoger a Nicholas?
—Iré a buscarle, pero ¿qué...?
—Gracias. Te lo agradezco de veras. Adiós. —Colgó.
Cerré el teléfono y vi que toda la familia me estaba mirando.