Capitulo 8

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Durante los días siguientes aceleré el ritmo de mi investigación sobre el

Honda. Cada noche llegaba un poco más tarde a casa, pues intentaba

liquidar al menos una dirección más, a la que iba en coche cuando estaba

demasiado lejos para desplazarme a pie. Volvía a casa sólo cuando estaba

demasiado oscuro para ver, pasaba de largo del cuadro familiar de la sala

de estar y entraba en la ducha sin hablar, un poco más frustrado cada

noche.

La tercera noche de mi búsqueda acelerada, entré muy sudado por la

puerta y caí en la cuenta de que Rita me estaba mirando, y sus ojos me

recorrieron de arriba abajo como si estuviera buscando una mancha, y me

paré delante de ella.

—¿Qué? —dije.

Ella me miró y enrojeció.

—Oh —dijo—. Es que es tarde, y estás muy sudado, y he pensado que...

No es nada, en realidad.

—He ido a correr —dije, sin saber muy bien por qué me había puesto a

la defensiva.

—Cogiste el coche.

Me dio la impresión de que estaba prestando excesiva atención a mis

actividades, pero tal vez se trataba de una de las pequeñas ventajas

adicionales del matrimonio, así que no le concedí importancia.

—Fui a la pista del instituto —expliqué.

Me miró durante un largo momento sin decir nada, y no cabía duda de

que algo estaba pasando, pero yo no tenía ni idea de qué podía ser.

—Eso lo explicaría —dijo al fin. Se levantó y entró en la cocina, y yo fui

a darme una ducha bien merecida.

Tal vez no me había fijado antes, pero cada noche, cuando volvía de mi

«ejercicio», ella me observaba con la misma misteriosa intensidad, y

después se metía en la cocina. La cuarta noche de este exótico

comportamiento, la seguí y me paré en silencio en la puerta de la cocina.

Vi que abría un armario, sacaba una botella de vino y se servía una copa

bien repleta, y cuando se la llevó a los labios, retrocedí sin que me viera.

Para mí resultaba absurdo. Era casi como si existiera una relación entre

que llegara a casa sudado y Rita deseara una copa de vino. Pensé en ello

mientras me duchaba, pero al cabo de unos minutos de meditación me di

cuenta de que no sabía lo bastante sobre los complejos temas de los seres

humanos y el matrimonio, y Rita en particular, y en cualquier caso tenía

otras preocupaciones. Encontrar el Honda correcto era mucho más

importante, y aunque se trataba de algo sobre lo que sabía bastante,

tampoco lo había solucionado. De modo que aparté de mi mente el

Misterio de Rita y el Vino, un ladrillo más en el muro de frustración que se

DEXTER POR DOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora