Capitulo 12

194 2 2
                                    

12

El frenesí mediático que generó la gran detención de Deborah fue mucho

mayor de lo previsto, y durante los días siguientes Mi hermana se convirtió

en una estrella del rock bien a su pesar. Le llovieron solicitudes de

entrevistas y fotografías, y hasta en la relativa seguridad de la comisaría de

policía no estuvo a salvo de gente que se paraba para decirle lo maravillosa

que era. Por supuesto, como Deborah era Deborah, este tipo de atención no

la complacía. Declinó todas las invitaciones de los medios, y procuró con

todas sus fuerzas desembarazarse de quienes la felicitaban en el trabajo sin

manifestarles la menor hostilidad. No siempre lo lograba, pero daba igual.

Los demás policías pensaban que, encima de ser espectacular, era modesta,

hosca e impaciente con las chorradas (lo cual era cierto, en su mayor

parte), lo cual añadió más lustre a la creciente Leyenda de Morgan.

Y de alguna manera, parte del brillo se reflejó también en mí. La había

ayudado a solucionar sus casos con bastante frecuencia, por lo general con

mi perspicacia especial sobre las cosas tal como son (crueles, por suerte), y

con la misma frecuencia me habían golpeado, chuleado y sacudido en el

proceso. Nunca jamás había recibido ni siquiera una palmadita en mi

castigada espalda a modo de agradecimiento, pero ahora, la única vez que

no había hecho absolutamente nada, empezaron a reconocer mis méritos.

Recibí tres solicitudes de entrevistas de reporteros que, de repente, habían

llegado a creer que las salpicaduras de sangre son fascinantes, y me

invitaron a escribir un artículo para el Forensic Examiner.

Rechacé las entrevistas, por supuesto. Me había esforzado mucho en

mantener mi rostro alejado del público en general, y no veía motivos para

cambiar ahora. Pero la atención continuaba. La gente me paraba para decir

cosas amables, estrechar mi mano y asegurarme que había hecho un buen

trabajo. Y era cierto. Por lo general, yo era muy bueno en mi trabajo, sólo

que esta vez no lo había hecho yo. Sin embargo, de repente, era el objeto de

una atención excesiva que no deseaba. Era desconcertante, incluso

irritante, y descubrí que me encogía cada vez que sonaba el teléfono, me

agachaba cuando se abría la puerta, y hasta canturreaba el clásico mantra

de los besugos: ¿Por qué yo?

La tragedia consistió en que fue Vince Masuoka quien contestó por fin a

esa patética pregunta.

—Pequeño Saltamontes —dijo, mientras meneaba la cabeza con aire

sabio, la mañana que me oyó rechazar a Miami Hoy por tercera vez—.

Cuando la campana del templo suena, la grulla ha de volar.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Aug 30, 2014 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

DEXTER POR DOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora