La Terrible Vida Amorosa de Ivanna Robinson

Capítulo 2: El origen de la desgracia

Dicen que cuando te enamoras y eres correspondido tienes la mejor sensación del mundo y el sentimiento de reciprocidad es inexplicable. Bueno, eso dicen, yo no lo he experimentado en carne propia.

Si bien desde pequeña he sentido atracción y afecto por los chicos, en la pubertad y la adolescencia esa atracción creció, dando lugar a mi primer amor adolescente.

En aquel tiempo mi pequeño hermano había estrechado amistad y comenzaba a enamorarse de su amiga Vero Oliveyro. Al estrechar lazos de amistad no solo quedó entre ellos, sino que como familias tambien nos involucramos y así fue que conocí y me enamoré de Ian Oliveyro.

Me llamaba la atención que a pesar de sus problemas se mostrara pasivo y hasta cierto punto resiliente. Me agradó que tuviera buen gusto al vestir pero me conquistó al apoyarme en mis momentos más difíciles. 

A partir de los chismes sobre mí que se sembraron en la secundaria mi autoestima decayó al igual que la fe que tenía en mi misma. Y él fue quien me ayudó a creer nuevamente en mí, tanto que me dio la seguridad para atreverme a lograr más de lo que ya había logrado. 

Para cuando me dí cuenta ya estaba enamorada de él. Lo comenté con una amiga, y luego con otra, y luego con Vero, quien también ya era mi amiga. Y luego Vero lo comentó con su prima. Y esa prima lo comentó con su mamá. En poco tiempo su familia y mis amigas ya sabían sobre eso.  Tanto que cuando llegó a oídos de Ian se le subió la espuma, se creyó el galán y se molestó por mi falta de valentía al no decírselo de frente. 

Además de eso también se molestó porque le gustaba mi amiga Ivette Benavides, y cuando se le declaró ella lo rechazó por lealtad a mí. 

Todo terminó con una gigantesca enemistad entre familias, nuevos chismes sobre mí, ofensas y malos deseos hacia mi persona y mi autoestima por los suelos nuevamente. 

A partir de ahí dejé de creer un poquito en el amor. El amor dejó de acercarse a mí y mi suerte en los amores se esfumó.