Salón 402

636 62 27
                                    

Ver jugar a la estrella del club de fútbol de la escuela era quizás el pasatiempo predilecto de Roronoa.  Podía pasar horas, viéndolo lucirse en la cancha y el jamás se arteria.

Era entretenido, todo un arte y un dulce para la vista del cual Zoro se había vuelto adicto, con el latente riesgo de contraer diabetes por su consumo excesivo.

A veces el peliverde se dedicaba a retratar a ese jugador en su libreta de dibujo, deleitándose de copiar cada dulce y masculina facción de su angelical rostro. 
La parte de su cara que más le gustaba pintar,  sin duda eran los mares azules que tenía por ojos y los cuales eran coronados por extrañas cejas rizadas.

Aveces maldecía al otro por ocultar uno de ellos. Pero en una ocasión lo amo de más cuando llego a la cancha con el flequillo recogido por un broche plateado que resaltaba de entre el oro de su cabello.

Era como si lo hubiera hecho al propósito para que Zoro lo pudiera captar bien. Y aunque el mismo creía que eso era una locura, cuando fue la mitad del juego,Sanji se acercó a las gradas, sentándose justo enfrente de el, modelandole en silencio y eso hizo que se convenciera a sí mismo de que todo fue calculado.

En otras tantas veces se animaba a tomarle fotos a escondidas con su celular para guardarlas en una carpeta que tenía por nombre :Sanji Vinsmoke. En estas prestaba mayor atención a su cuerpo. Deleitándose principalmente con sus largas y torneadas piernas y su estrecha cintura.

Seria mentir si negará que en más de una ocasión no se encerró en el baño, bajaba sus pantalones y se masturbaba, mientras en su celular de presentaban todas las fotografías de ese chico sudado y jadeante. Podía pasar horas acariciándose a su mismo, imaginando que las tersas y blancas manos de su chico de ensueño eran quienes le brindaban tanto placer.

Y en una ocasión donde se encuentro especialmente caliente se aventura a imaginar que no eran las manos de Sanji, sino que eran los labios rosados y pachones los que se cerraban al rededor del eje de su virilidad, proporcionándole lo que sería su primera mamada.

Cuando su hermana kuina supo de la gran atención que tenía por el jugador y de las cosas que realizaba en el baño lo tacho de enfermo, diciéndole que lo suyo era una obsesión. Que estaba mal y que necesitaba ayuda.

A él no le importó y mucho menos la escuchó.

El siguió deleitándose con la vista de ese rubio. Y brindandose placer en secreto.
Lo seguía de cerca a donde fuera, como una sombra, mas fiel que cualquier cachorro y el siempre pensó que Sanji pasaba de su presencia.

Le dolía ser invisible para el, pero ¿Que podía esperar? El era el chico que no hablaba con nadie y comía sólo en los recesos. El antisocial del cual los profesores nunca se aprendían su nombre.

Cuando el paso al quinto semestre de universidad, se volvieron a crear grupos y a el le tocó en el salón 402, el mismo salón del chico de cejas rizadas.

Fue feliz. Extremadamente feliz, como cuando lo era al entrenar en el dojo familiar.

Podría verlo en todo momento y estar en clases con el. Compartir su espacio y su aire.

Pero lo que nunca espero, fue que en el primer día de clases Sanji se le acercará sonriente y se sentara en la misma mesa que el.

-Hola - saludo emocionado el futbolista, mirándolo con ojitos brillantes.

-H-hola- sus manos temblaron y fue incapaz de aguantarle la mirada.

-Eres Zoro, ¿Verdad?- pregunto, sorprendiendo al peliverde quien levantó la cabeza como un resorte.

-¿Cómo lo sabes?
-Bueno, eres como mi fan número uno, saber tu nombre es lo menos que puedo hacer- declaró,  mientras su mano izquierda tallaba su nuca de manera nerviosa- Siempre estas en los entrenamientos y aveces te veo siguendome - explicó, siendo ahora el quién bajaba la mirada de forma cohibida- Hace tiempo que deseaba conocerte y acercarme a ti - dijo con las mejillas afiebradas- pero siempre me gano la pena- confesó.

Zoro no lo podía creer. El chico más popular de la escuela estaba sentado a su lado, tan mansito y adorable que el espadachín sentía marear.

Quizás todo era un sueño o una ilusión de la cual no quería salir o despertar.

No contesto, no por que no quisiera, sino por que no sabia que decir. Estaba halagado hasta los huesos y encantado con todo, pero eso mismo le impedía pronunciar palabra alguna.

Sanji continuo, bastante más nervios de lo el quería mostrar- Y - yo... Tu... Siempre veo que dibujas, y quizás pienses que soy narcisista pero tengo la ligera sospecha que yo soy el centro de dichos dibujos- cometo jugando con su cabello, el cual movía y echaba para atrás, despejando su frente-  ¿Estoy en lo correcto? - pregunto esperanzado- Si no es así entonces fue muy estúpido y raro de mi parte que la otra vez cuando me hallaba en el entrenamiento casi modelara para ti- río tan nervioso, no sabiendo donde meter la cara.

Y el peliverde se perdió en sus recuerdos. Lo sabia, una parte de él le decía que esa vez que Sanji llego con el cabello recogido no fue una coincidencia. Lo había hecho por el. Le había dado la mejor y más bella imagen de su mismo y de la cual pudo sacar su retrato predilecto.

-Dios- se lamento Sanji,  ocultando su rostro entre sus manos. Al no obtener contestación el pensó lo peor - Todo fue mi imaginación,  ¿No es cierto?- pregunto aterrado - Debo parecerte un bicho raro - chilló con las ganas de salir corriendo llenando todo su sistema- Qué patético soy, me quiero morir.

La palabra morir detonó algo en l cabeza de Zoro, quien miro al chico de piel blanca, dándose cuenta del gran error que había cometido al quedarse cayado. 
-¡¡No!!- grito, asustando al otro, quien lo miro entre las rendijas de sus dedos- No vuelvas a decir que quieres morir- hablo tan serio que estremeció con solo su voz todo el cuerpo del otro joven.

-¿No me equivoqué?- pregunto con un tono de esperanza que derritió el corazón del espadachín.

El moreno no contesto, solo busco en su morral el libro de dibujo, el cual tendió a Sanji,  ofrcjensoselo en un gesto mudo, mientras sus mejillas ardían.

Esa fue sin duda la respuesta que más le gustó a Sanji obtener.

Todas las hojas llenas de su rostro. Cada uno de sus perfiles plasmados con lápiz negro, haciendo parecer la cosa más celestial y hermosa del mundo.

El corazón se le aceleró cuando llego al retrato donde sus dos ojos quedaban a la vista del pintor.

Parecía que su mirada perforaba el alma de quien contemplará tal dibujo y sonrió feliz y enamorado al ver que esta era la forma como Zoro lo miraba a el. Con amor. Zoro lo miraba como si el fuera perfección y la belleza misma y eso hizo temblar sus piernas y perder la respiración.

-Es mi favorito- escucho la gruesa voz del peliverde en su oído,  refiriéndose al dibujo. Sanji levantó la mirada,  perdiéndose en los ojos que lo miraban como la mejor muestra de arte. Le sonrió con dulzura y cariño.

-Me gustas mucho- confesó bajo el ojiazul - desde que te vi la primera vez y chocaste conmigo, tirando mis libros- confesó- mi hora favorita del día era cuando tenía entrenamiento por que solo en ese momento podía verte sin que te ocultaras de mi, por eso nunca falte a uno, por más ocupado que estuviera- le sonrió sonrosado.

Sanji acercó sus labios a los finos y delgados del moreno, dejando en ellos, impreso un beso, dulce y casto. El primero de ambos.

-Me gusta este salón - hablo sobre los labios de Zoro, golpeandolo con su aliento - Pero me gusta mas estar contigo- Zoro junto las frentes de ambos y no pudo estar más feliz con el resultado de las cosas y por el hecho que no tendría que seguirse ocultando para ver a la linda estrella del club de fútbol de la escuela. 

¿Qué es el amor?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora