La noche siguiente

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Una invitación de fino papel verde, detalles en oro y letra precisamente estilizada, fue la razón principal de la presencia de Sanji Vinsmoke a tan majestuoso palacio, que lo dejó con la boca abierta y la mirada alucinada.

Todo era un sueño. Tan perfecto. La magia se sentía en el aire y se respiraba, llenando el cuerpo con hermosos hechizos.
El color rojo y el café bañaban el lugar y lo hicieron suspirar, complaciendo su mirada y asiendolo sentir cómodo y cálido en el lugar.

Pero lo que lo dejó sin habla y con la mente hecha un completo lío fue el momento que cruzó sus ojos azules con los mieles que se hallaban resguardados por un antifaz de color negro y dorado, que se curbaba tan perfectamente al rededor de una nariz fina y mejillas oscuras de las cuales era dueño el anfitrión de tan espectacular fiesta de disfraces y el que lo obligó con su invitación a usar un disfraz de ángel y un antifaz de encaje con forma veneciana de un puro color blanco.

Esos enigmáticos ojos lo llevaron a un mundo eutopico, haciendo que se perdiera cual niño en un laberinto, deseando descubrí todo los secretos que ese hombre que ocultaba su rostro tenía.
Y tan rápido como lo conoció y cruzó palabra con el, cayó enamorado, sintiendo un dulce calor en su cuerpo, en sus venas y en su sangre.

No importaba cuanto tratara de fingir que dicho joven no lo había cautivado pues era imposible no exteriorizar esa fascinación. Y es que ¿Cómo ocultar el brillo en sus ojos? ¿Cómo hacer pasar desapercibido el temblor en sus manos y la boba sonrisa que pintaba sus labios? Y más importante, ¿Cómo ocultar la fascinación que sintió al momento de conocer su nombre?

Roronoa Zoro. ¡Oh! Que celestial sonaba ese juego de letras y más celestial se sentía al decirlo.
¡Oh! Pero que magnífico era todo ese ser, de cabello jade y cuerpo de dios.

Los besos llegaron después de bailar la primera pieza en el salón. Dulces, tan dulces como la miel y el algodón de azúcar.
Sentía el corazón estallar, al estar entre sus brazos. Seguridad, tanta, como nunca la experimento y por esa noche se sintió como cenicienta y Zoro fue su tan soñado príncipe azul.

Pero como a cenicienta las horas lo atacaron, fueron sus enemigas y cortaron su tiempo, rompiendo su sueño y mundo de ilusión.

Un beso en la mano departe del joven Roronoa fue la despedida, una que solo duro hasta el día siguiente, donde una nueva invitación llegó a manos del Rubio de piel pálida y cejas rizadas.

Y una nueva fiesta de disfraces se ofreció en el palacio de su majestad y una nueva tandada de besos y caricias vino con ella.
Y entre ellos se creo una rutina, tan magnífica rutina que les permitía estar juntos.

Una fiesta cada noche, la bebida rebosante, los invitados encantados, Bellos antifaces y extravagantes disfraces, declaraciones de amor dichas con palabras y otras tantas con miradas
Y al llegar las doce, la magia expiraba. Un beso de despedida en la mano y una promesa no dicha verbalmente de volverse a ver la noche siguiente.

¿Qué es el amor?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora