Capítulo 11.

2.8K 234 12
                                    

Estaba tan nerviosa que fui incapaz de hablar con el chico que me acompañó hasta la entrada de la casa de Thomas Shelby. Nos quedamos ambos mirando la especie de rotonda que había, sin decir palabra alguna.

Tenía la sensación de que todo había sido por mi culpa y eso me comía por dentro. Me hacía daño. Me hacía sentir mal. Hacía que quisiese irme y no volver nunca más. Ni siquiera a mi trabajo. 

Isaiah cogió su caja de cigarrillos y se encendió uno. Le miré fijamente, sin saber muy bien en qué estaba pensando cuando me di cuenta de que me estaba acercando poco a poco a él.

- ¿Me das uno? - pedí con los brazos cruzados, me estaba muriendo de frío. Estaba temblando. Por los nervios, por la temperatura, por todo. 

Él me miró extrañado.

- Por favor - murmuré, y sé que soné tan vulnerable que eso le convenció.

La realidad era que nunca en mi vida había probado el tabaco. Y tampoco había tenido curiosidad en hacerlo. Más o menos, podía imaginarme el sabor que tenía, ya que vivía literalmente encerrada en una nube de humo. De Michael, de mi hermano, de mi madre en ocasiones. 

Me puse el cigarrillo en la boca con manos temblorosas, y me sentí demasiado avergonzada. Le miré para que me lo encendiese.

No quería que Isaiah pensase que estaba loca o algo así porque, en ese momento, seguramente lo parecía. Pero no podía comportarme de otra manera, simplemente no sabía cómo hacerlo. 

El chico acercó la cerilla que acababa de prender a mi cigarrillo y yo aspiré suavemente. Tosí. Tosí más de cinco veces, hasta el punto en el que Isaiah me miró algo preocupado, aunque no me conociese de nada y le diese exactamente igual si vivía o moría.

Cuando pasó un pequeño rato, volví a fumar. Sentía como si el humo me estuviese rajando toda la garganta por culpa del pequeño percance anterior, pero esa vez al menos no hice ademán de ahogarme. 

Nos quedamos en completo silencio, de nuevo, y por unos instantes pensé en irme a mi casa, aunque fuese andando, o en taxi, lo que fuese. No tenía ganas de ver a nadie más. Ya no había nada que pudiese hacer allí, ya que ya había sido más que suficiente por una noche todo lo que había liado. 

Estaba a punto de dar un paso adelante y dejarlo todo atrás cuando alguien carraspeó a nuestras espaldas. Era él. Sentí un pinchazo en el estómago al darme cuenta. Estaba ahí, y no sabía si iba a ser capaz de girarme y verle con la cara llena de golpes otra vez.

Así que, no lo hice. No me giré. Simplemente seguí fumando, como si llevase más de media vida haciéndolo, como si no me ardiese la garganta cada vez que el humo descendía por mi tráquea.

- Isaiah, ¿puedes dejarnos solos, por favor? - pidió. Y aunque había sido una orden justamente igual que la de Tommy, ésta no pareció ser tan cortante.

El chico que tenía a mi lado asintió con la cabeza y desapareció de mi vista. 

Aún me encontraba con los brazos cruzados, como tratando de protegerme del mundo, de lo que fuese. Estaba aterrorizada de la conversación que venía a continuación, y no iba a mentir sobre ello. Odiaba haber causado todo aquello pero, también odiaba la reacción que había tenido Michael. 

Se acercó a mí, escuché la suela de sus zapatos colisionar contra el pavimento cada vez más cerca de mí. Me estremecí, se me tensó todo el cuerpo. 

Puso su mano sobre mi hombro. Tragué saliva.

- Lo siento.

Fruncí el ceño. ¿Por qué se estaba disculpando?

fireproofDonde viven las historias. Descúbrelo ahora