Capítulo 3.

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Nunca supimos quién fue el autor del incendio. Y nos lo merecíamos, nos merecíamos saber quién nos odiaba tanto como para hacer algo así.

No teníamos nada, a partir de ese momento. Mi hermano cobraba una miseria en la fábrica y apenas nos daba para algo de comida.

Me daba miedo salir a la calle, por si acaso alguien me reconocía y decidía hacerme algo terrible parecido a quemar lo único que nos sustentaba.

La tienda era lo que nos daba de comer, y no podíamos pagar para volver a montarla.

Durante una semana, lo único que comíamos eran trozos de pan seco. Y entonces, un día, mientras que masticaba las migajas que me quedaban, se me ocurrió algo terrible. Tenía que hablar con los Peaky Blinders. Suplicarles que nos diesen trabajo o dinero. Que tuviesen un poco de consideración.

Fui al foco de Small Heath, con la excusa de que iba buscando trabajo en sitios dignos. Para mi familia esos eran los pubs, pero no sabían que esos lugares eran de todo menos dignos. Se veía de todo ahí. Siempre había hombres borrachos y violentos intentando conseguir todo por la fuerza.

Abrí la puerta del negocio. Casi temblé cuando vi la gran cantidad de habitaciones que había en ese lugar. Tenían tanto dinero. Dinero que necesitábamos.

Me encontré de bruces con una chica sentada en una mesa. Era preciosa.

- Hola. ¿Podría hablar con el señor Shelby, por favor?

Ella me miró sonriendo, parecía demasiado simpática y buena como para trabajar ahí.

- Claro, está en el despacho del fondo - indicó.

Mis pasos eran pausados, como si supiese que no debía estar allí. Cuando llegué a la puerta cerrada dudé en si entrar o no. Estaba demasiado nerviosa, me temblaba casi todo el cuerpo.

Toqué un total de tres veces y su voz rasposa me indicó que pasase.

Me esperaba encontrármelo sólo pero, un chico estaba sentado casi a su lado, en otra silla.

Me sonaba. Él era aquel joven que se nos había acercado en el funeral.

Me acerqué lentamente a la mesa.

La mirada del señor Shelby cambió a una especie de asombro. Podría haber apostado lo que fuese a que no me esperaba.

- Señorita Walsh. Un placer volverla a ver. ¿Cómo ha ido todo? - preguntó, echando a un lado los papeles que estaba mirando para centrar toda su atención en mí.

Los ojos del otro chico parecían taladrarme, sentía su mirada enérgicamente sobre mí.

- No muy bien, la verdad. Hace unos días, quemaron nuestro telar - anuncié.

El señor Shelby hizo una mueca y señaló con su mano la silla, indicándome que me sentase.

Lo hice, cautelosamente, dándole a entender que no confiaba en él para nada.

- ¿Sabes quién fue? Podemos capturarlo si es lo que quieres.

Yo negué con la cabeza.

- No sabemos quién lo hizo. Una mañana desperté y estaba en llamas.

Tuve miedo de que mi voz se rompiese al hablar. De que ambos hombres me vieran en el momento en el que estaba más débil.

- Entonces, ¿qué podemos hacer por ti?

Mi estómago se contrajo por culpa de los nervios. Tenía que decirlo, tenía que intentarlo al menos. Por mi madre y por mi hermano. Dios, por mí.

- Necesitamos dinero.

Pasé mi mirada por ambos rostros, para ver sus reacciones. El del señor Shelby estaba incrédulo, nunca me daría dinero así como así. El joven, sin embargo, me miraba en cierto modo con pena.

- Si por mí fuera te daríamos tanto dinero como quisieses pero, tenemos que reservarlo para hacer negocios. No podemos darlo - comentó Tommy Shelby.

Agradecía con todo mi corazón que no se hubiese carcajeado en mi cara, como esperaba que haría.

Por un momento, entré en pánico. Necesitaba dinero. Mi familia y yo íbamos a enfermar si seguíamos así.

Yo estaba dispuesta a no comer por días si eso significaba que mi madre y mi hermano pudiesen mantenerse sanos. Pero no teníamos dinero ni siquiera para eso.

- Pues déme trabajo, por favor. Lo que sea. Si seguimos así, también nos quitarán la casa - supliqué.

Dios, tenía que entenderme. Tenía que ponerse en mi piel y en mis zapatos.

Él vaciló por unos instantes y el joven le miró expectante.

- Usted debe saber lo que es tratar de mantener a su familia a salvo a toda costa - traté de convencerle.

Podía apostar que estaba pensando en algún trabajo que darme. Lo iba a hacer por mí.

Quizá y solo quizá, iba a salvarme de la miseria en la que estaba metida.

- Yo necesito una secretaria, Tommy - habló por primera vez el joven a su lado.

El corazón comenzó a palpitarme a un ritmo casi inhumano. Era mentira, seguro, lo podía ver su cara. Lo había hecho para intentar salvarme, para que Tommy me contratase.

El señor Shelby asintió, pensándoselo aún.

- Como último favor a mi padre, se lo suplico - murmuré, y sus ojos azules se clavaron en mi mirada.

Él sabía lo que era perder a alguien, acabar destrozado. Se le notaba en los ojos.

Finalmente, asintió.

- Está bien. Estás contratada. Pero no puedo pagarte mucho. Como máximo, ocho libras y diez chelines al mes - comentó.

Abrí los ojos de par en par y asentí. Eso era mucho más de lo que conseguía en el telar.

Me sentí demasiado agradecida ante el hombre que tenía delante de mí. Ante ambos.

- Mil gracias. De verdad - susurré, antes de que mis emociones me desbordasen.

Ellos sonrieron.

- Comenzarás mañana a las 8 que es cuando Michael llega a su despacho.

Yo asentí rápidamente y levanté.

No podía creer que lo hubiese conseguido. Iba a conseguir dinero e iba a sacar a mi familia de la miseria. Lo iba a hacer por papá y por todo lo que no pudo conseguir a pesar de que lo intentó.

Salí del edificio y tragué saliva. Tenía que inventarme algo, no podía decirle a mi madre que iba a trabajar ahí, nunca me lo permitiría.

Lo había conseguido y, en ese momento, era la persona más feliz del planeta.

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