Capítulo 16.

2.2K 164 18
                                    

Me negué a ir a trabajar los cuatro días siguientes.

Me daba igual que me despidiesen, me daba igual no verles nunca más. Solamente necesitaba estar conmigo misma, pensar bien las cosas para no hacer una estupidez.

Estaba sentada en mi cama mientras que miraba por la ventana. La luna llena de Small Heath me devolvía la mirada y las estrellas de su alrededor parecían estar bailando lentamente.

Suspiré y negué con la cabeza, dándome cuenta de lo mucho que había cambiado mi vida en tan solo unos meses. Hubiera dado cualquier cosa, de verdad, cualquier cosa, por volver al menos por segundos a la persona que era antes. Por no tener preocupaciones a cada rato, por no estar insegura todo el tiempo por si no iba a tener nada que llevarme a la boca, o por si no iba a tener ningún sitio donde dormir.

Solía decirme a mí misma que lo había superado, que estaba acostumbrada a esa nueva vida que estaba llevando, pero había momentos....momentos como aquel, en el que veía toda la verdad. Nunca me acostumbraría a la caída. Jamás. El impacto había sido demasiado grande.

Y estar con los Shelby casi todo el tiempo me hacía recordar lo que había tenido y después perdido.

Cerré los ojos, tratando de despejar mi mente para irme a dormir de una buena vez. Me tumbé sobre mi almohada y esperé pacientemente a que el cansancio viniese a por mí. Pero no llegó. No llegó ni cuando me giré y vi que el reloj ya marcaba las dos de la mañana. Estar despierta a esa hora me recordaba a los momentos en los que mi madre y yo esperábamos con paciencia a que mi padre entrase por la puerta de la entrada para así poder irnos a dormir tranquilas. Nunca tendría ese sentimiento de paz de nuevo. Nunca estaría con la guardia bajada de nuevo.

Cuando sentí que poco a poco caía en una espiral sin salida, escuché un pequeño ruido proveniente de la ventana. Fue sutil, como si un objeto muy pequeño hubiese colisionado contra ella.

Me senté de inmediato, muerta del miedo y sin saber qué hacer. Me negaba a mirar por la ventana. Si me veían estaba perdida.

Tragué saliva y negué con la cabeza, tratando de convencerme de que el sonido no era más que una invención de mi mente.

Volví a tumbarme un poco inquieta hasta que volvió a sonar.

Alguien estaba llamándome. Y, de verdad que me esperaba lo peor. Pero, si querían hacerme daño iban a hacerlo de una forma o de otra, por lo que quizá lo mejor era enfrentarlos yo sola de frente en vez de involucrar a mi familia en ello también. Porque, Dios, James se volvería loco si viese a alguien tratando de hacer algo contra mí.

Me senté de nuevo en la cama, corriendo la cortina poco a poco para ver quién era la persona que había venido a visitarme casi a las tres de la mañana.

Tenía el corazón en la garganta. Me hubiese esperado cualquier cosa, cualquier peligro, cualquier golpe. Pero no lo que vi.

Lucía más triste de lo normal. Como si le faltase algo, como si le hubiesen quitado algo demasiado preciado como para seguir viviendo con normalidad.

Abrí la ventana y le miré fijamente, sin saber muy bien qué decir. Si yo era la causante de que él estuviese así, no quería darme cuenta, no quería ser consciente ya que dolería demasiado. Me haría demasiado daño y me odiaría a mí misma por ser yo. 

Michael me estaba mirando en silencio desde la calle. Ni siquiera se movía. Tan solo estaba allí, parado, con la mandíbula apretada y mirando mis movimientos expectante. 

Tenía que verle. Tenía que abrazarle. Necesitaba hacerlo después de tantos días alejada de él. Me sentía mal por haberme comportado así, pero esa era yo cuando tenía miedo. Cuando estaba aterrorizada. Lo único que sabía hacer era huir y no mirar atrás a pesar de todo el amor que sintiese. El miedo siempre pesaba más. 

fireproofDonde viven las historias. Descúbrelo ahora