Un nuevo estudiante

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6 meses después.

Como todas las mañanas Christopher fue a una pequeña y fea tienda, compró frijoles enlatados un botecito de salsa roja; tenía planeado que ese fuese su desayuno comida y cena; debía evitar llamar la atención.

No podía arriesgarse, la masacre ya no estaba tan presente en el público; pero él siempre había sido paranoico, eso lo mantenía con vida.

Moría de ganas por comprar una pizza, toneladas de fruta, o cualquier otra cosa que no fueran malditos frijoles, pero no se sentía seguro llendo al supermercado; debía esperar a que sus terribles acciónes fueran opacadas por otra noticia mas escandalosa.

Odiaba la maldita rutina, no por la comida; sino porque que hacía algunos días podía sentir que alguien lo vigilaba desde las sombras, siguiendo todos y cada uno de sus movimientos; la paranoia era tal que daba varias vueltas antes de regresar a su refugio "La fortaleza de la miseria" como él le llamaba. Se trataba de una fabrica abandonada, muchísima vegetación rodeaba el sitio, una gran valla con alambre de púas alejaba a los drogadictos y vagabundos, quienes al ver semejante barrera desistían en su intento por dormir y hacer sus porquerías en ese monumento al fracaso.

Con mucho cuidado retiró algunos arbustos revelando una pequeña abertura en la valla, luego miró hacia los lados y cuando estuvo seguro de que nadie lo vigilaba se deslizó por la abertura.

Los pisos superiores se habían convertido en una trampa mortal; la falta de mantenimiento y la lluvia eran los responsables, toda la estructura parecía a punto de venirse abajo, pero no importaba... ya nada importaba...

Antes de caer en decadencia, la fábrica produjo aspiradoras de terrible calidad; pero a un precio muy accesible. Todo eso se fue al demonio cuando decenas de familias murieron en incendios provocados por cortocircuitos de sus flamantes aspiradoras a $3.99, se produjeron demandas, el dueño se suicidó y la fábrica paso a la historia.

—Cariño... ya estoy en casa...—la voz de Chris hizo eco, llegando a cada centímetro del lugar. Nadie respondió.

—Si, yo también te extrañe...

Un diminuto almacén en el primer piso se encontraba en condiciones óptimas, este funcionaba como el hogar temporal de Christopher.

Sus pertenecias consistian en una pequeña mesa de madera, un gabinete con artículos varios, un par de sillas, un televisor de baterías y tres colchónes desgastados, eso era lo que él llamaba hogar; estaba conforme con ello, esa basura era mejor que nada e incluso más de lo que merecía.

Encendió el pequeño televisor y se dispuso a desayunar, el viejo cacharro recibió una señal que lo hizo palidecer, se suponía que su caso había quedado en el olvido.
Christopher Hart Hernández, principal sospechoso, es buscado por el gobierno Mexicano—decía la conductora del noticiero. Un retrato hablado de Chris apareció en pantalla, a un lado, una de larga lista de delitos.

—Tiene el aspecto de un joven entre los 17 y 18 años, de ojos azules, altura aproximada de 1'85 y tez morena clara, se exhorta a la población denunciarlo a las autoridades pertinentes. Se cree que el sujeto está armando y es peligroso, se le vincula con el homicidio de más de 50 personas, además de robo, narcotráfico, prevaricación, vandalismo, contrabando, son algunos de los crímenes que se le acusa.

—Que problema, no recuerdo haber hecho la mitad de todo eso...—murmuró Chris, sin inmutarse.—Es normal que hayan inventado todas esas mentiras.

Se había descuidado y ahora estaba pagando el precio, conocían su nombre y rostro; aunque el retrato hablado era malísimo. Nadie podría reconocerlo a simple vista, con una nueva identidad y suerte podría empezar de nuevo.

Deadly Class: Niños Entre SerpientesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora