Prólogo

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Tanta preparación, tanto esfuerzo y sufrimiento; todos esos años invertidos en la búsqueda de algo tan vacío, tan autodestructivo como la venganza convergían en la horrible escena frente a él. Este era el producto del odio implacable, fruto de una vida impulsada por la rabia y el deseo de venganza.

Sangre en el costoso piso de pálido mármol, los explosivos se habían encargado de destrozar a gran parte de las víctimas; los restos mutilados repartidos aquí y allá habrían traumatizado al forense más experimentado.

Los menos afortunados habían sido acribillados al tiempo que se ahogaban con su propio vomito, nunca tuvieron ninguna oportunidad; abandonaron el mundo como ratas, entre chillidos agonizantes y un dolor punzante que les disolvió las entrañas.

La finca de don Julio o como era mejor conocida "La Casa De Los Cuervos" habia dejado de existir finalmente. En medio de la pesadilla carmesí se hallaba el responsable de la locura, su atuendo de cocinero estaba tan manchado como su propia conciencia; en la mano derecha sostenía una 9mm y en la izquierda una metralleta Uzi, los cañones aún estaban calientes, apuntaban en dirección al cadáver de un regordete y viejo sujeto que cargaba entre sus fríos brazos a un niño, ambos muertos.

La única persona viva en aquel infierno era el demonio que lo había causado.

—Lo siento...—dijo con la voz quebrada, ahogándose entre el olor a sangre y su remordimiento—yo no... no soy así.

El ruido de las sirenas lo alertó, la temible policía estaba ahí, había llegado demasiado tarde para proteger a su verdadero amo y señor.

El falso cocinero arrojó su delantal y antes de escapar se vio reflejado en la sangre de sus víctimas; no pudo reconocerse a si mismo... lo que vio fue una bestia, un asesino, la pesadilla materializada.

—No...

Escapó por el suntuoso laberinto detrás de la casa del Cuervo, dos policías tuvieron la mala fortuna de cruzarse con él, apenas lo vieron abrieron fuego; ya estaban acostumbrados a matar tanto culpables como a inocentes.

Era de noche, estaba oscuro;  el asesino se movió a una velocidad increíble llegó hasta los cerdos esquivando los tiros por milímetros.

Uno de los agentes sintió un golpe devastador en el cuello, medio segundo después un filo entró por su retina atravesándole el cráneo y cerebro; la muerte fue instantánea, su alterado compañero lanzó un bramido repleto de horror y rabia.

—¡Hijo de tu pinche madre!— vació el cargador contra el ejecutor de su compañero, pero no sirvió de nada, las balas terminaron en el cuerpo sin vida de quien intentaba vengar; para el asesino había sido tan fácil como cubrirse detrás del cadáver.

—Corrupto, hijo de puta—gruño lanzando el cuerpo sobre el policía y antes de que el agente pudiera reaccionar fue degollado.

Mientras se ahogaba con su sangre, el agente vió al asesino perderse en la oscuridad.
—Un niño, es solo un...

Deadly Class: Niños Entre SerpientesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora