Capítulo 9: Último día, amor eterno

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- ¡E... Espera, jefe! ¡Me duele el culo! - Desde el amanecer, Papyrus había tenido varias rondas de placer con Sans, provocando que el mayor apenas tuviera fuerzas para sentarse. ¡¿Cómo demonios tenía tanta energía su hermano?! En su primer celo lo había hecho unas cinco o seis veces... ¡Pero el guardia ya iba por la décima! - ¡Quédate quieto de una vez, Sans! ¡Te deseo ahora! - El menor parecía rugir a la vez que luchaba por arrancarle las sábanas del cuerpo al más bajo. - ¡DÉJAME DESCANSAR UN POCO! ¡NO PUEDO NI PONERME DE PIE! - Espetó el bromista desesperado por una pausa para sus adoloridos huesos. - ¡NADA DE DESCANSAR! ¡HOY ES EL PUTO ÚLTIMO DÍA Y QUIERO USARLO AL MÁXIMO! - Gritó el guardia rompiendo la ropa de su cama para desnudarle otra vez.

- ¡TENEMOS EL RESTO DE NUESTRAS VIDAS PARA HACER ESTO! ¡SOLO TE PIDO ALGO DE DESCANSO! - Papyrus soltó las sábanas al oír las palabras de su hermano. ¿Toda la vida? - Espera, ¿Es en serio? ¿Realmente quieres seguir con esto cuando termine el celo? - Las palabras del menor provocaron un gran dolor en el alma de Sans. ¿Acaso le estuvo usando como un simple juguete, para desecharlo cuando terminara la época? Las cuencas de éste se llenaron de lágrimas al pensar en aquello. Rápidamente el guardia se dio cuenta de lo mal que había sonado aquella pregunta. - ¡No hablo de eso, animal! ¡Sabes bien que te amo! ¡Hablaba de...! De... - Su voz comenzó a temblar ligeramente y un enorme sonrojo anaranjado coloreó su rostro a la vez que desviaba la mirada.

- ¿De qué? - Sans miró curioso a su hermano, sin estar del todo seguro qué quería decir... Tantas posibilidades de respuestas, ¿Cómo podría adivinar lo que pensaba el menor? - ¿Podrás soportarme aún después del celo? - La pregunta cayó como un balde de agua fría sobre el mayor; no podía creer lo que le había preguntado, todo quedó en silencio por unos segundos, para luego ser roto por una gran carcajada que provenía de la garganta del bromista. Papyrus sentía que su alma se destrozaba y su mundo se hacía pedazos bajo sus pies... El esqueleto que tanto amaba le estaba rechazando... - ¡Por supuesto que podré, cabeza hueca! ¡Desde el amanecer que no paramos de hacerlo! Además... ¿Cómo no lo haría con el tipo que amo? -

Papyrus se lanzó sobre su hermano, besándolo con pasión y amor. El mayor correspondió encantado a aquella muestra de cariño; rápidamente aquel contacto se volvió más posesivo y brusco, sacando algunos jadeos por parte de Sans. Y allí iban de nuevo...

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No necesitaba bajar su mirada para saber que su hermano tenía una creciente erección que en vano intentaba ocultar con las sábanas. Rápidamente Papyrus mordió el cuello de Sans y arrancó de sus manos la tela a la vez que le oía soltar un fuerte gemido; sonrió triunfante y dirigió su mano derecha hasta el miembro del mayor, comenzando a masturbarlo mientras que acariciaba la punta de éste. El bromista se estremecía de placer, olvidando por completo el dolor de su retaguardia. - Parece que al cachorro le gusta que su amo le consienta tanto. - El rostro del menor se apoyó en el hombro de éste. - ...Y que el cachorro desea que su amo le de duro. - Las palabras del guardia provocaron un estremecimiento bastante perceptible en el más bajo. Estaba bajo su poder.

No podía aguantarlo más. Rápidamente cambió de posiciones con Sans dejándolo arrodillado, a centímetros sobre su endurecido pene; esta vez era turno del mayor quedar arriba. Con un tirón del collar, ordenó que lo introdujera en su entrada. Sin esperar más, el más  bajo obedeció las órdenes de su hermano, descendiendo con lentitud hasta tener completamente dentro el miembro del menor. Durante unos segundos se mantuvo quieto, intentando acostumbrarse a la sensación que provocaba ser penetrado. - Muévete. - No necesitó oír dos veces las palabras de Papyrus y comenzó a hacer un vaivén hacia adelante y atrás con lentitud, provocando varios gruñidos del guardián.

- Tan estrecho como siempre. - A medida que pasaban los segundos, el más bajo aumentó su movimiento y le añadió pequeños botes que provocaban un gran placer para ambos. Las estocadas comenzaban a ser cada vez más profundas y fuertes, necesitaban aún más... Con un  gruñido muy ronco, Papyrus arrojó a Sans sobre la cama e introdujo nuevamente su miembro, con fuerza y arrancando un gran grito del mayor; mientras se movía besaba con erotismo la boca del mayor, creando una danza pasional y casi violenta entre ambas lenguas. Estaban llegando al orgasmo. Poco a poco los movimientos del segundo al mando se volvieron más irregulares y los espasmos del bromista aumentaban.

Sentimiento prohibido (Foncest fell +18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora