Abro mis ojos y un repentino dolor invade mi cabeza, no recuerdo absolutamente nada, ni siquiera que hice la noche anterior. Trato de poner mis manos en mi cabeza pero algo no me deja, por cual logró divisar que están atadas al igual que mis pies, casi no puedo moverme.
El miedo recorre mi cuerpo.
¿Dónde estaré? ¿Por qué estoy atada?, me pregunto alarmada.
Divisó a mí alrededor y logró observar que estoy en una habitación la cual mayor parte está oscura, una ventana de un costado la cual tiene barrotes y esta media abierta deja que se filtre un poco de luz, es de mañana, lo deduzco por la cantidad de luz que se irradia.
En una esquina de la habitación observó un cubo vacío, al parecer mi secuestrador en muy considerado, pienso con sarcasmo. Al lado del cubo observó un colchón mugriento y mohoso con dos sábanas que se supondría que eran blancas, pero están amarillentas por orina de ratas quizás.
Me encuentro en el frío piso.
El dolor de cabeza aumenta, deberé de tener mucha hambre, ni siquiera recuerdo desde cuando estoy aquí.
Escucho una suave y sonora risa detrás de la puerta que está al lado de mí. Mi corazón se acelera, el miedo se acrecienta en mí ser.
El olor de la habitación es ligeramente putrefacto y mohoso, al parecer tenía tiempo sin ser habitada por algún humano; y allí empieza la verdadera pregunta, ¿Hubo otras antes que yo? y de ser así, ¿Qué pasó con ella?, esto hace estremecerme.
La risa calla y mi respiración se acelera, escuchó la cerradura ceder y la puerta al lado de mi abrirse con un fuerte chirrido, la puerta es de metal. Un hombre de aproximadamente 1,80 cm de altura, cabello rubio oscuro y ojos marrones muy claros, entra a la habitación y me mira fijamente, esperando algún movimiento de mi parte.
La luz detrás de él, me deja mirarlo mejor pero difusamente.
Yo me sorprendo, la mayoría de los secuestradores no muestran sus rostros a sus víctimas y si lo hacen es porque están seguros que las mataran, y eso aviva mi miedo.
Es un hombre muy guapo a decir verdad, pero eso no quita el hecho de que me haya secuestrado, que me haya quitado la libertad, y me haya abierto las puertas a la muerte segura. Sonríe al verme, con una sonrisa sínica, pero un poco dulce. Su mirada despierta en mí nostalgia, por alguna extraña razón. Lo miro a los ojos, como si lo estuviera desafiando y mantengo mi semblante serio, la impotencia se acrecienta en mí, y sin importarme las consecuencias grito:
- ¡¿Quién coño eres tú, y por qué me tienes aquí?! -cierro la boca en seco, dándome cuenta de lo que acabo de hacer, había olvidado el hecho de podría matarme en cualquier momento.
Él solo ensancha su sonrisa y se acerca a mí, puedo sentir su respiración.
Me mira a los ojos y siento como que con su mirada me robara el alma y descubriera los secretos de mi corazón.
-Solo cálmate, no te haré daño -pronuncia en un susurro casi inaudible y con su mano acaricia suavemente un mechón de mi cabello.
Este hecho me asusta, y más que asustarme, me desconcierta.
¿Los secuestradores harán esto a sus víctimas?, me pregunto.
Su tacto es helado, y al principio me niego a él.
-Cálmate, solo quiero acariciarte -las palabras salen sus hermosos labios con ternura, dándome más miedo.
El deja de acariciarme el cabello y me mira fijamente otra vez.
Me calmo un poco, aunque no mucho. Pero muy dentro de mí, admito que su tacto es un poco agradable, aunque muy extraño y frío.
- ¿Qui-quien e-eres? -pregunto tartamuda por el nerviosismo.
-Solo cálmate -responde con su dulce y tranquila voz, la cual me aterra, pero logra que me tranquilice un poco.
Mi corazón está acelerado, el miedo me paraliza y él lo sabe, así que él solo me da con sus hermosos labios un frío beso en la frente, se levanta y se marcha cerrando la puerta tras sí. Escucho como pone seguro a la puerta, esto me alarma.
De lo poco que sé de los secuestros; es de notarse que la mayoría de los secuestradores no tratan así a sus víctimas. No las tratan con esa dulzura tan sincera, lo cual me desconcierta.
Pero, ¿Por qué? ¿Por qué a mí? Yo nunca debí nada a nadie, ni me metí con nadie.
De lo que logro recordar, cabe destacar que mi vida es normal, bueno; era normal.
Vivía con mi familia en Puerto Ordaz, ciudad del estado Bolívar de Venezuela. Me gradué de bachillerato a los dieciséis años, y me mude con mi mejor amiga, la cual no recuerdo el nombre, a Caracas, la capital del país y juntas vivíamos en un departamento que nuestros ahorros y ayuda de nuestros padres ayudaron a pagar.
Yo trabajaba en una Librería café con mi mejor amiga y con ello, manteníamos el departamento y nuestros estudios. No recuerdo que pasó, ni que me llevo a estar en esta situación, por más que de vueltas en mi mente. Todos los recuerdos previos a estar aquí me parecen tan difusos y borrosos.
Trato de calmarme y pensar, ingeniar un plan o algo parecido. Tal vez busque una manera de salir de aquí, o muera en el intento.
Analizó en una imagen mental el rostro de mi "secuestrador", ya lo había visto antes, eso es seguro, pero el dolor de cabeza que tengo por el hambre no me deja ver con claridad del todo. Todo es tan confuso y pasa tan deprisa. El dolor de cabeza aumenta y trato de dormir.
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Enamorandome del enemigo
RomanceElla, despierta con las manos atadas en una mugrienta habitación. No recuerda nada de la noche anterior, el dolor de cabeza nubla sus pensamientos. Ha sido secuestrada. Lo que no sabía es que su secuestrador terminaría siendo su salvador. Él, siemp...