Capítulo 3

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Capítulo 3

Recuerdo que olas golpeaban la tierra de manera incesante. Ese día lo habíamos tomado para descasar. No podíamos pelear así, ninguna tenía ánimo para hacerlo ni tampoco la fuerza necesaria para correr luego de robar algo. Pensábamos que el día siguiente recuperaríamos el doble.

El sol insistía en quitarnos los ánimos para hacer cualquier actividad. Aquel árbol seco no era suficiente para protegernos, sabía que al siguiente día amanecería con más quemaduras, pero aun así no quería moverme. Eran mejores las quemaduras que gastar más energía y perder la poca hidratación que me quedaba. Necesita agua, agua limpia y que fuera sana de tomar.

—A veces he escuchado que los del otro lado se quejan porque les quitamos la mayoría de las playas —escuche la voz de Dani seguida de una risa—. Si supieran que esto es un infierno de seguro nos darían las gracias.

No pude evitar sonreír un poco. —No podrían tener tiempo ni siquiera de decir una palabra. Se quemarían o morirían por el ambiente. Puede que estén sanos, pero eso no los vuelve inmunes.

—Entonces podría decirse que nosotros somos algo inmunes. Resistimos, al menos más que ellos.

—Sí, podría decirse que sí, algunos entran con trajes especiales, pero lo mejor siempre es que alguno de nosotros salga para recibir sus "donaciones".

—Hoy vendrán, si es que no se han peleado por las provisiones ya, el centro estará demasiado repleto, podríamos robar algo.

—No puedo hacerlo Dani, hoy no, y es muy peligroso que lo hagas tu sola.

—No, si puedo. Solo quédate acá. Sé que puedo conseguir agua, traen muchas botellas.

—No, nunca es suficiente, y ese lugar debe de estar repleto. No irás sola, ya tenemos nuestra técnica, una distrae y la otra roba.

—Está repleto, eso también es ventaja, no se concentrarán demasiado en mí y yo tampoco estoy bien, Lena —me habló con tanto enojo que llego a sorprenderme—. La garganta y la tos me han estado matando desde la mañana, si no bebo algo me arriesgaré a tomar agua de mar —dijo con determinación al levantarse y tomar camino hacia otra dirección—. No siempre podrás cuidarme.

No. Sabía que no podía, menos cuando la veía así. La desesperación era clara en su rostro, sin duda era fuerte, pero la sed y el dolor la estaban matando, sabía que conmigo hacía lo mismo, pues no tardé en levantarme y tratar de alcanzarla. —No, pero puedo intentarlo —logré decir lo suficientemente fuerte para que pudiera escucharme, sin embargo, no tardé en sentir como mis rodillas flaqueaban y caía al suelo.

Gotas de sangre zafiro bajaron por mi rostro. La sangre que me define, la que lo nos diferencia totalmente de los demás. Busqué volver a levantarme, pero volví a caer.

—Que te quedes allí, si vienes a rastras solo complicarás más las cosas.

No, no podía quedarme, pero también sabía que tenía razón, podría empeorar las cosas, aunque tampoco me iba sentir tranquila sin saber lo que hacía. Continúe moviéndome, dando pasos más ligeros, sin acercarme demasiado, pero tampoco perdiendo mi vista de ella.

Era buena en lo que hacía, podía verlo, a pesar de ser la que la mayoría de las veces se encarga de distraer. Sus pasos eran ligeros y sutiles, de forma muy curiosa se paseaba entre las personas, algunas veces pasando por debajo de sus piernas o dando leves empujones de los cuales nadie se percata a causa de desesperación.

Al perderla de vista subí a lo más alto que pude en uno de los árboles, solo hasta las ramas secas que eran lo suficientemente fuertes para sostenerme y darme un mejor panorama de lo que sucedía.

Se peleaban por cualquier cosa, ni siquiera sabían lo que tenían en sus manos. Solo sabían que lo necesitan y que incluso era mejor perder la vida que no obtenerlo. Había estado muchas veces entre ellos, pero nunca me enfoqué en pelear por algo, era absurdo, era mejor buscar como robárselo a otro. Así eran las cosas, a lo mejor debía sentir pena, pero en ese entonces no lo hacía, no cuando sabía que me harían lo mismo o algo peor.

Enfoqué mi mirada en ella. Busqué su cabello castaño por todas partes, pero me era difícil encontrarla entre tanto tumulto de gente, pero al final logré hacerlo, sentí cómo los latidos de mi corazón recorrían todo el cuerpo al ver cómo se había colado entre la peor parte del lugar.

Todos se desesperaban por el agua, y era muy común ver cómo se asesinan por ella. No dudaba que ese día fuera la excepción, ya había varios cuerpos ensangrentados que no lograron conseguir su objetivo.

Los hombres y mujeres más fuertes buscaban mantener el orden, repartir de manera justa a pesar de saber que no alcanzaría para todos. Puedo ver como ella se acercó, cómo logró llegar al frente siendo ignorada por los demás.

«Eso es, hazte pequeña, inocente, has como si estuvieras asustada, y de repente toma lo que necesites. Luego de eso, corre.» pensé para mí misma como si de alguna manera pudiera decírselo, mas sabía que se lo había repetido tantas veces que lo recordaría, confiaba en eso.

Entre tantas manos que se peleaban pude ver cómo ella esperaba el momento indicado. Se escondía como si fuera una sombra y no perdía de vista su objetivo. Necesitaba una distracción, estaba consciente de ello, pero en este momento no podía dársela, no obstante, ella no era la única que buscaba hacer lo mismo. Un golpe de suerte hizo que toda la atención de los presentes se dirigiera hacia otro lado. Había producto que nunca había llegado y que todos necesitaban.

—¡El Laboratorio Mordinlan ha conseguido mandarnos una cura para las quemaduras! —dijo uno de los guardias del Clan 1—. Necesitamos 10 voluntarios para probarlo, podría curarlos por completo y volverlos más resistentes al ambiente, incluso abrirles espacio entre nosotros, pero no queremos homicidas. Las 10 cajas de este medicamento están repartidas por todo el lugar, quienes logren encontrarlas podrán quedárselas y mañana por la mañana nuestros científicos vendrán con un equipo especializado a revisarlos.

Cuando escuché esas palabras pensé que tal vez estaba equivocada, tal vez los de afuera no eran tan malos. Diez de nosotros podrían salir, podrían ser curados de una de tantas enfermedades, podrían tener una vida, algo más de lo que en la Zona Letal se consideraba digno.

Ya nadie se preocupó por el agua. Dani logró tomar una de las botellas sin problema, incluso dos. Pudo salir corriendo, antes de que el tumulto de gente se volviera a formar su alrededor.

Todos buscaban una cura, desde arriba podía verlos como pequeños niños que jugaban a la búsqueda del tesoro. Fruncí el ceño en cuanto me di cuenta de lo enfermo que era todo eso. Solo se divertían con nosotros, en ver como haríamos lo que sea por mejorar nuestra vida, saber que éramos tan miserables que parecíamos animales buscando algo que comer.

—¡Lena! —escuché a Dani y la vi correr hacia mí. Le sonreí.

«Puede que la haya subestimado demasiado, lo había logrado, con solo tener unos segundos de distracción logró conseguir más de lo que buscaba.» Pensé.

Bajé a recibirla. Tan solo la felicidad de beber de agua me dio la suficiente energía para bajar con rapidez; sin embargo, un grito lo suficientemente fuerte fue capaz de hacer que todo mi cuerpo se estremeciera y, como si fuera un flash, la primera regla que hicimos llegó a mi mente: Nunca creas que en este lugar puedes estar seguro.

Las Crónicas de Lena PradellDonde viven las historias. Descúbrelo ahora