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CAPÍTULO FINAL:

¡Ha llegado el momento de decir adiós!
Muchas gracias por su apoyo, comentarios y sobretodo por compartir el amor por el Levihan conmigo.

Espero poder leerlos pronto en alguna nueva adaptación o historia original.

¡Una vez más, gracias por todo!

¡Disfruten!

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Me bajé del taxi delante de La Gente. El taxista dejó las maletas sobre la acera. Estaba cerrado, y ni rastro de Mike. Todo estaba oscuro y parecía polvoriento.
Me senté sobre una de mis bolsas de viaje, encendí un cigarrillo y me puse a mirar alrededor.
De vuelta a la casilla de salida.
No había cambiado nada: peatones con prisa, circulación infernal, ajetreo en los comercios. Había olvidado hasta qué punto los parisinos tenían una permanente cara de asco.
En el programa escolar debería ser obligatorio un curso de calor humano irlandés. Ahora pensaba eso, pero sabía muy bien que en menos de dos días tendría las mismas caras pálidas y de pocos amigos que el resto.
Llevaba una hora esperando cuando Mike apareció a lo lejos. Pensé que había cambiado mucho. Caminaba pegado a la pared, llevaba una gorra y se cubría con el cuello de su chaqueta. Al llegar a mi altura, descubrí un enorme gasa que le cruzaba la cara.

—No quiero que digas una sola palabra —dijo.

Me eché a reír.

—Ahora entiendo por qué está cerrado.
—He salido de casa única y exclusivamente porque volvías. Dios mío, ¡estás aquí de verdad! —me pellizcó las mejillas—.Qué cosas, es como si nunca te hubieses marchado.

El cansancio acumulado empezaba a pesarme. Me eché en sus brazos y me puse a llorar.

—No te pongas así por mí. Sólo me he roto la nariz.
—Idiota.

Me acunó asfixiándome contra él.
Me eché a reír entre lágrimas.

—Ya no puedo respirar.
— ¿De verdad quieres vivir ahí arriba?
—Sí, será perfecto.
—Si quieres jugar a ser otra vez una estudiante sin dinero, es tu problema.

Me ayudó a llevar una parte de las maletas. Empujó la puerta del edificio con el hombro para abrirla.

—Uf, qué dolor.

Volví a reírme.

— ¡Cállate!

Al llegar arriba, me dio la llave del apartamento. Abrí, entré y me quedé sorprendida de encontrar cajas de cartón amontonadas.

— ¿Qué es esto?
—Es lo que pude salvar de la mudanza de tu departamento.
Los viejos eran auténticas pirañas.
Lo guardé todo aquí esperando que volvieses.
—Gracias.

No paraba de bostezar, y Mike no dejaba de hablar. Para variar, había pedido una pizza que compartimos sentados en el suelo ante una caja que fungía de mesa baja. Me contó con todo tipo de detalles cómo se había roto la nariz, una historia truculenta tras una buena borrachera.

—Escucha —interrumpí—, tenemos todo el tiempo del mundo. Ahora estoy agotada, y debo estar en forma para mañana.
— ¿Por qué?
—La Gente, ¿te suena?
— ¿Así que no era una broma?, ¿quieres volver a trabajar?

Me contenté con fulminarle con la mirada.

—De acuerdo, entendido.

Se levantó y le acompañé hasta la puerta.

—Quedamos mañana por la mañana para hacer balance.

Metió la mano en su bolsillo y me tendió un manojo de llaves.

-LeviHan- La gente feliz lee y toma café Donde viven las historias. Descúbrelo ahora