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¿Habrá más interacción entre Hange & Levi en este capítulo?

Continúen leyendo y lo descubrirán.

¡Gracias por leer!

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Casi había olvidado la sensación que me provocaba escuchar música a todo volumen hasta quedarme sorda. Había dudado mucho antes de poner en marcha la cadena de música. Sin embargo, hubo una época en la que lo hacía por reflejo.
Antes de decidirme, estuve observándola y dando vueltas a su alrededor.

El incidente de los fusibles había trastornado mis costumbres. Para obligarme a salir más a menudo de casa, me iba a caminar casi una hora a la playa, tratando de no pasarme los días enteros arrastrándome en pijama. Hacía todo lo posible por regresar al mundo de los vivos y dejar de hundirme en delirios paranoides.

Una mañana me sorprendí sintiéndome menos machacada al despertar y me entraron ganas de escuchar música. Por supuesto que lloré, la euforia no duró mucho.

Al día siguiente, lo repetí. Y entonces no pude evitar moverme al ritmo de la música. Poco a poco, volvía a mis antiguas costumbres. Bailaba como una loca sola en el salón. La única diferencia en Mulranny era que no necesitaba audífonos en los oídos, estaba disfrutando muchísimo, los bajos retumbaban.
« The dog days are over, the dog days are done. Can you hear the horses? 'Cause here they come.» Compartía el escenario con Florence and the Machine. Me sabía esa canción de memoria, nunca me había saltado un acorde. Me contoneaba con rabia y una fina película de sudor cubría mi piel, mi coleta se balanceaba en todas direcciones, y mis mejillas estaban rojas. De pronto, se oyó una percusión fuera de ritmo. Bajé el volumen y volví a escuchar el estruendo. Con control en la mano, me acerqué a la puerta de entrada, que tembló.

Conté hasta tres antes de abrir.

—Buenos días, Levi. ¿Qué puedo hacer por ti? —le pregunté, luciendo la mayor de mis sonrisas.
— ¡Bajar tu música de mierda!
— ¿No te gusta el rock inglés? Son tus compatriotas...

Dio un puñetazo en la pared.

—No soy inglés.
—Eso está claro, no tienes su acento legendario.

Continué sonriendo de oreja a oreja. Cerró los puños, abrió los puños, cerró los ojos y respiró profundamente.

—Me estás buscando... —empezó a decir con su voz ronca.
—Lo cierto es que no. Eres prácticamente lo contrario de lo que busco.
—Ten cuidado conmigo.
—Uh, qué miedo.
Me señaló con el dedo, apretando los dientes.
—Sólo te pido una cosa, baja el volumen. Estás haciendo vibrar mi cuarto oscuro, y eso me molesta.

Me eché a reír.

— ¿De verdad eres fotógrafo?
— ¿Y a ti qué te importa?
—Nada. ¡Pero debes de ser malísimo!
Si hubiese sido un hombre, ya me habría partido la cara. Proseguí:
—La fotografía es un arte y eso requiere un mínimo de sensibilidad, cosa de la que careces completamente. Conclusión, no estás hecho para esa profesión. Bueno, oye, me ha encantado hablar contigo... No, es una broma, perdóname, tengo mejores cosas que hacer.

Le desafié con la mirada, apunté con el control en dirección al aparato y puse el volumen al máximo. «Happiness hit her like a bullet in the head. Struck from a great height by someone who should know better than that. The dog days are over, the dog days are done», bramé. Y pataleé ante sus ojos y le estampé la puerta en las narices.

Desbordaba alegría, bailando y cantando a voz en gritos. ¡Qué bien me sentía por haberle cerrado la boca!

Me entraron muchas ganas de continuar divirtiéndome y de terminar lo que había empezado. Así que decidí fastidiarle el día entero. Apostaba a que era el tipo de hombre que iría a tomar un trago para calmarse.

-LeviHan- La gente feliz lee y toma café Donde viven las historias. Descúbrelo ahora