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Perdón por el retraso, cosas sucedieron y si bueno a quien le importa.

¡Espero les guste!

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Isabel acababa de marcharse.
Me había hecho jurar sobre la Biblia que pasaría de inmediato al ataque. Pero antes de lanzarme a la batalla debía librarme imperativamente de la resaca.
Así que me disponía a volver a meterme en la cama a la hora de las gallinas, cuando llamaron a la puerta. Ese maldito día no iba a acabar nunca. Tenía los nervios tan a flor de piel que estuve a punto de soltar una carcajada al descubrir a la famosa Rico ante mí. Sin tregua. Me miró de pies a cabeza, y aproveché para inspeccionarla. Era la primera vez que la veía tan de cerca.
Era una belleza fría, la cabeza alta, la mirada orgullosa y afilada. A su lado, cualquier otra parecía una niña a la salida de la escuela.
Iba vestida de mujer de negocios en fin de semana, con sus jeans de lujo, sus tacones vertiginosos sin rastro de barro y sus uñas de manicure. Debía reconocerlo, la manera en que me veía después de haberme ido de juerga no jugaba en mi favor.

—Eres Hannah, ¿no?
—No, Hange. ¿Qué quieres?
—Parece ser que Levi salió corriendo a rescatarte ayer por la noche.
— ¿Y a ti qué te importa?
—No te acerques a él. Es mío.

Me reí en sus narices.

—Puedes reírte lo que quieras, me da igual. No pierdas el tiempo. No es tu tipo. Francamente, mírate.

Me miró con cara de asco.

— ¿No se te ocurre nada mejor? —le pregunté—. Porque si crees que me voy a apartar para dejarte el sitio, lo llevas claro.

Sonrió con malicia.

—Tu desgracia le ha dado pena, ¿verdad? —me preguntó.

Me quedé sin respiración, las piernas empezaron a temblarme, sentí cómo las lágrimas ascendían a mis ojos. Tuve que apoyarme en el marco de la puerta.

—Pobre niñita —añadió Rico.

Escuché vagamente el ruido de un motor. Lanzó una risita.

—Perfecto, ahí está Levi. Así te verá en tu mejor momento.

Levi salió del coche y vino inmediatamente hacia nosotras.

— ¿Qué haces aquí? —preguntó a Rico.

Permanecí a propósito con la cabeza gacha.

—Me he enterado de la desgracia que había golpeado a Hange, y he venido a presentarle mis condolencias por su marido y su hija.

Rezumaba sinceridad.

— ¿Has acabado?

Su tono de voz fue tan cortante que levanté la cabeza. La estaba fusilando con la mirada. Ella le miraba con cara de no haber roto un plato en su vida; se volvió hacia mí y me puso la mano en el brazo.

—Lo siento, no quería remover la herida. Si nos necesitas, no lo dudes. Además, en cuanto estés mejor iremos a tomar algo entre chicas. Te sentará bien...

—Ya basta, Rico —la cortó Levi —. Ha quedado claro. Toma las llaves y vete a casa.

Me besó. El beso de Judas. Se giró para irse, pero volvió la cabeza de inmediato.

— Levi, ¿vienes?
—No, tengo que hablar con Hange.

Encajó el golpe con una sonrisa. Mi moral subió de repente. Ella se acercó a él.

—Tómate tu tiempo, voy a preparar una cenita romántica.

Se puso de puntillas y le besó en la comisura de los labios. Vi cómo Levi apoyaba la mano en su cadera y me desinflé de nuevo como un globo pinchado.
Rico me guiñó el ojo y se dirigió al cottage de Levi. Sabía que le estaba mirando con cara de tonta, pero no podía evitarlo. Se pasó la mano por el pelo, esquivó mi mirada. Estaba claro que se preguntaba por qué se había quedado conmigo.
Decidí ponérselo fácil.

-LeviHan- La gente feliz lee y toma café Donde viven las historias. Descúbrelo ahora